No estuve allí, lo
sé. La ventana abierta y la noche brillando a diestra y siniestra.
No estuve allí. Fumando, cambiando la radio, tomando café y mirando
las manchas de pintura en el piso. No estuve cuando sentada en la
plaza matabas el tiempo haciendo cualquier cosa. Algo que aturdiera
el recuerdo, el dolor de la ausencia, la soledad iracunda y silente.
No estuve y algo duele miserable en mis entrañas. Un dolor de tripas
y corazón sedado con un trago extra. Un barniz para ocultar la
huella que dejaste olvidada. No estuve en la noche inmensa ni en la
mañana fría corriendo calle abajo, ni en el andén del bus que te
llevaba, ni en la llamada del teléfono que nunca sonó. Mirando el
color de la lluvia salpicando tu sombra. Lo sé. No estuve abriendo
la puerta del bar del Sábado en donde ahogabas el silencio con risas
falsas por doquier. Olvidando al amante de turno, su plática egoísta
y hasta su nombre. Con tus manos frías pintando tus uñas de roza,
sujetando un rizo rebelde que oculta la visión de un gato corriendo.
Regando maceteros con agua de la última lluvia. Riendo a veces,
callando otras muchas. Apagando las luces para observar las brazas
del cigarro en tu boca. Mordiendo una galleta de chocolate tirada en
la cama. Durmiendo con la cabeza bajo la almohada y tus brazos hacia
arriba en un afán de rendición inconsciente. No estuve, y lo sé,
como también sé que nunca estaré y eso tu también lo sabes.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
domingo, 18 de noviembre de 2012
Poema blanco
Empecemos
diciendo que este
poema está sobre una hoja/ Pero este poema no es un poema y usted no
tiene que olvidarlo/ Es parecido a un muro/ La ausencia de mis
lágrimas arman un muro/ Veo por la ventana la lluvia como si la
lluvia me mirara/ Usted puede hacer lo que quiera con las imágenes
que acaba de leer/ Yo no puedo hacer nada con las imágenes que
escribo/ Ya que fructifican el resentimiento en este poema/ Que está
en los ojos de un joven sentado sobre su sonrisa/ La sonrisa de usted
no la de él/ Porque su sonrisa sin dientes es la que se mueve/
Aunque ve la débil sonrisa del joven y su cabello revuelto en el
poema/ Y el cabello y la sonrisa envejecida del joven dicen algo/ Muy
lento para que usted entienda/ Y muy débil/ Incluso parece un chiste
o algo que usted pensó en algún momento/ Y recordó y olvidó y le
deja una rara sensación en el cuerpo/ “Me parece que tenemos que
hablar de todo/ Como cuando éramos adolescentes/ Y hablábamos de
todo sin saber expresarnos/ Ahora tampoco sabemos/ Me parece que
fuimos adolescentes/ Pero nunca hemos sido jóvenes/ Como si
estuviéramos sentados más allá del deseo”/ Usted ve al muchacho
y descubre que nada es lo que vemos/ Porque no sabe si lo ve o si él
le ve a usted/ Y nada ha pasado en realidad pero tiene esa rara
sensación en el cuerpo/ Y usted, si se lo pido con confianza, me
puede ayudar/ No, en esta parte tiene que decir que “yo no necesito
ayuda”/ Usted no me puede ayudar a escribir porque yo no necesito
ayuda/ Aunque yo le escribo a usted/ Y usted no me lee/ Luego, no
puedo escribir “luego”/ Porque quiero hablarle/ Y sus palabras
están delirando en la forma de un ruido, un ruido fuerte/ La belleza
de las palabras es un ruido fuerte/ Eso es lo que tiene/ Por eso no
habla/ La belleza de las palabras es una forma del dolor, dice/ Una
forma del horror, insiste/ Por eso no habla, punto suspensivo, por
eso no lee/ ¿Ve cómo juego con el tiempo?/ Usted dice que es
imposible/ Pero esto es un poema y aquí es posible hacerlo/ Y no lo
que usted dice, que el tiempo quede sin futuro/ Pero el tiempo queda
sin futuro/ Hasta que llegue a un lugar seguro como el agua corriendo
por el cuerpo/ Que deja la sensación de humedad en la memoria/ Pero
usted no llega a un lugar seguro/ Porque en este poema no hago lo que
quiero/ Sino/ Lo que permite la sensación húmeda en las manos/ Dos
o tres frases que se olvidan/ El mismo argumento cortando las
emociones/ Ahora que estamos en esto; no le parece mejor que me
ayude/ Y este poema es una sombra avanzando/ Mientras usted hace algo
por mí/ Porque este poema es una sombra doblándose hacia usted/ Ya
que este poema está hecho de imágenes dispersas/ Que usted puede
tomar y desaparecer/ Y usted no lee y esto no deja de ser un poema/
Donde desaparecemos/ Y usted no lee porque no tiene que hacerlo/ Y yo
puedo seguir con lo que tendría que seguir/ Porque sé que no puedo
hacer nada más/ Ya que ahora me meto en el fondo de algo/ Algo que
quiero terminar y me tuerce la boca/ Usted se ríe porque hablo solo/
Cuando piensa en este poema/ Y lo único que digo/ Es que nadie me
quiere como le quieren a usted/ Y todo lo hago antes de perderme en
el círculo de la emoción/ Y eso lo sé porque yo la quiero y amo al
hombre que la ama más que al rostro sangrando/ Que desaparece en el
borde de lo que veo/ Y mi boca que ya no existe en el extremo de lo
que digo/ ¿Ve que puedo hacerlo?/ ¿ve que cuando escribo no sé lo
que hago?/ Usted sabe lo que hace/ Siempre lo ha sabido/ Y no lee
porque usted anota todo/ Yo escribo para olvidar y por eso usted no
me lee/ Este poema quiere hacerle daño/ Pero usted no me escucha y
este poema es como levantarse en la mañana/ ¿Ve que puede ser
cierto?/ Aquí tendríamos que hablar de todo/ Como cuando éramos
adolescentes/ Y hablábamos de todo sin saber expresarnos/ Porque es
lo único que nos queda/ Ahora tampoco sabemos/ Me parece que fuimos
adolescentes pero nunca hemos sido jóvenes/ Que envejecimos más
allá del deseo/ Y esto termina siendo lo único que nos queda/ ¿Ve
que aquí puede hacer lo que quiera?/ Es de mañana/ El cuerpo se
dobla hacia arriba/ Es de mañana y hay luz/ No hay nada más que
eso/ Empieza a derramarse el poema/ El poema se levanta/ Es de
mañana/ El poema se dobla/ Se arruga y usted puede verlo/ El poema
desaparece.
De mi amigo Luis Retamales.
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