jueves, 11 de agosto de 2016

Bitácora del viernes.


La Marixu anda extraña. Sé que trama algo. Pocas veces se muestra tan atenta y como que se delata cierta urgencia en todos sus actos. Ella y sus 35 a cuestas y esa mirada que magnetiza. El problema que tiene y se lo he dicho, es que es demasiado honesta. La honestidad, virtud apreciada y en decadencia, es en ciertos casos desastrosa y la ella no tiene el tacto suficiente como para evitarlo. No se trata de mentir que cansados estamos de aquello, más bien se trata de omitir, que así pareciera que el desastre no existiera y descansa a la vez nuestra conciencia. En fin, siempre está con esa mirada desafiante y le he dicho que con esa actitud por lo general ahuyenta hasta el más lobo de los pretendientes. El otro problema que tiene es la agresividad de sus acercamientos. Bueno, hoy en día algo relativamente común, con esto de la nueva emancipación de las féminas como que los roles están indefinidos. Entonces es que sucede, que actúa el deseo y la Marixu arremete sin pudores limitantes. Me explica que no tiene tiempo, léase edad como para preocuparse de esas pequeñeces arcaicas y es así como arrincona a su presa y traspasa primero la línea de defensa. Obviamente que para hombres de cuarenta para arriba criados en el yugo machista del matriarcado chileno esta situación los descoloca absolutamente, pese a esto ella de alguna forma logra su objetivo, aunque casi siempre son relaciones fugaces dado el peligro inminente que conlleva una pretensión de este tipo Las presas a la larga siempre escapan de la urgencia que la delata. La semana pasada la invité al cine, en cartelera estaba una de esas comedias románticas que la hacen reír y olvidarse del presente según ella. No habló ni media palabra después de salir, a lo sumo que la dejara en el autobús que le servía. Se despidió con un beso en la mejilla y se fue. Entonces repasé el tiempo de conocerla. Hemos pasado de todo juntos, desastres amorosos, soledades acompañadas con una botella de vino, venganzas y sobre todo derrotas, porque la nuestra siempre será una relación de derrotas, de no reconocer al otro como posible pareja porque sencillamente no puede ser. Mala idea pretender dormir juntos le dije una vez, mala idea imaginar cosas y escribir versos malos bajo la influencia de un par de copas, mala idea recorrer esos tugurios desastrosos de la mano y bailando lentos a la antigua, que eso ya no está de moda. Presumo entonces que se cansó, que la angustia es más grande, o la soledad, o la depresión o la noche inmensa quizá... Y aquí estoy, con media botella de vino de menos y ella que hace una semana no da señales de vida y me pregunto, lo hago algo ebrio quizá, que también es válido porque te hace ser más sincero que nunca, me pregunto terminando la segunda, que ya se acabó por la mierda, me pregunto buscando un cigarro entre paquetes arrugados en el suelo y mirando mi reflejo en el vidrio de la ventana, me pregunto y no hay respuesta.

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