De tin marin, de do pingüé, cúcara, mácara, títere fue. Empezó la ruleta. Una cuestión de suerte y sobrevivencia creo yo, y si me lo permiten, un intento desesperado por volver a la normalidad o a lo que pretendimos alguna vez como tal, pero bien sabemos que eso es imposible. En la hora de la avalancha de funcionarios, profesores y estudiantes a las dependencias de Beauchef, aparecen los de siempre, otros rostros, otras modas y actitudes, mismas historias, pero en otra época. Habrá que cuidarse, y se me antojan miles de previsiones, para el antes, el durante y el después. Si, claro, se oye como un artilugio para otro menester, ud me entiende, pero no. Es para este desastre que nos ha acontecido, esta pandemia que se ha llevado a tantos y tantas y que ni siquiera sabemos sus nombres, solo los cercanos. Todos tenemos a alguien que nos arrebató esta calamidad. Yo a mi cuasi hermano y un montón de recuerdos de cuando era pequeño.
La ciudad
pandémica atiborrada de vehículos, mascarillas y alcohol gel en cantidades
industriales. La verdad es que nos tiene cansados todo esto, pero en fin, ya
están aquí. ¡Bienvenidos sean! Los estábamos esperando para olvidar un poco
también con uds. Los pasillos de la
facultad eran una ciudad desierta como la que habitaba mi amigo poeta Paul Ritz
por allá en un pueblo germánico. Paul sabía de bienvenidas. Alguna vez me
espero bajo la lluvia torrencial del puerto envuelto en una bata de dormir solo
para entregarme sus últimos textos. Años sin ver a este loco querido…
Los pasillos
estaban desiertos, el pasto crecido y algo de tierra se juntaba en los rincones,
y los fantasmas de siempre se paseaban cerrando puertas de improviso y
taconeando por las escaleras. ¡Si!, Es cierto! Yo pertenezco al pequeño grupo
que permaneció acá durante todo el tiempo más álgido del virus maldito y puedo
asegurar que más de alguna alma en pena rondaba quejándose por aquí. La difunta
Marixu , muchachita loca que vivía en el barrio república, creía ciegamente en
los fantasmas. Cuando era estudiante prendía un par de cirios para los jueves
de ceniza con el afán de apaciguar esas almas en pena. Aunque se olvidara
después declamando unos versos de la Pizarnik con una botella de Syrah en la
ventana a las tres de la madrugada. Bueno, pero ella estaba loca, y yo, dios
mediante, aún no tanto.
Me gustan
los estudiantes cantaba la violeta, y a mí también. Me recuerdan al sujeto
extraño que fui alguna vez, con la mochila llena de libros, sueños, confetí de
la última fiesta y con la cabeza llena de ideas extrañas. En época de estudios
hay tanto por hacer y tan poco tiempo. Siempre corriendo… Es como un remolino
de instancias decisivas todas ellas, en mi época llena de paros y protestas
contra el dictador. Hoy son otras cosas, similares en cierta forma.
Estamos con presidente nuevo y otra constitución está casi cocinada. Son tiempos revueltos, de dudas, de esperanza, aflicciones y
trabajo. La normalidad ya casi está aquí y se siente en la calle. Siempre y cuando la peste desgraciada no diga
lo contrario y nos encierren de nuevo. ¡Porca miseria! Se sabe que con un par
de botellas se hace más llevadero el encierro, pero dígame ud lo caras que se
encuentran ahora, no hay perdón de dios ante tamaña tragedia. Culpa de los romanos
que mataron al único que transformaba el agua en vino leí por ahí, a la pasada
en un vehículo pintado en su puerta. Por esto que siempre es bueno tener una
reserva. Y si se acaba, como la guerra del figurín aquél que se marchó con el rabo
entre las piernas, que nos pillen confesados. Que yo no soporto un año más encerrado,
y ud?
Santiago, Marzo 2022
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