Hay
recuerdos que hay que dejarlos como tal. Es preferible revivirlos cada cierto
tiempo a sufrir la decepción de los cambios producidos por los años. Como los
amores de juventud por ejemplo, o los paisajes que observábamos de niños.
Con
esto de la conectividad total, me he visto arrastrado a entablar conversaciones
con personas que creía perdidas en la nebulosa del pasado. Amigos y villanos
todos juntos revueltos en una mirada afectuosa por el esperado reencuentro. Por
supuesto con la consabida historia de por medio. Cuéntame qué fue de los casados,
separados y hasta de los muertos. Qué haces, en dónde vives, tienes hijos? Bah! Y entonces surge la enorme decepción de descubrir que aquella belleza de nuestros
recuerdos, la muchachita de la casa de enfrente que aparecía en mi memoria cada cierto tiempo trayéndome retazos de tiempos que fueron mejores sin duda, con la capacidad amatoria
infinita de un corazón algo inocente. Esa preciosura había mutado en una enorme mujer con varios hijos a cuestas y con la luz soñadora de sus ojos reemplazada por el
cansancio, la desilusión y la madures terrible de los años. En estos términos
me carga la modernidad. La destrucción del recuerdo, el hacer añicos sueños de
juventud y confrontarlos con la realidad actual es la desconstrucción de
nuestros sueños. El fin de la magia.
1 comentario:
El próximo viernes me tomaré un café con un fantasma de esos, y le temo justamente más a la desilusión que la vergüenza de mi propio fracaso.
No veo fechas en tus entradas, dime por favor que no abandonaste tu blog y que vives en méxico...
http://the-beautiful-mess-inside.blogspot.mx/
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