viernes, 27 de noviembre de 2009

La manera de las cosas





La forma de deslizarse de un abrazo o de responder con un hola ahogado un saludo repentino. Ese modo de hacer las cosas que tiene, tan impersonal, eso que lo vuelve distante y frío en cada acto cotidiano que asume. El tono de los síntomas, en tono menor por cierto. Hay un poco de vergüenza ajena, de orgullo mal entendido, de pasividad incomprensible, de desazón e impotencia. Son la manera de las cosas, las grandes y las pequeñas, que se apretujan unas encima de otras restregándose en su cara. El temblor de una respuesta, la siguiente despedida, la música de fondo y una copa de vino frío. Es el tránsito de una casa a la otra y la nota en la pared de un volveré eterno. Son la voz impersonal de un lector de noticias, el sonido de la puerta al cerrarse y el crujir de un reloj agonizante. Es el espanto a la soledad absoluta y la duda, la inmensa duda mimetizada en un café, en el sonido del teléfono, en una mirada inoportuna o un gesto apenas imperceptible. La sospecha de que nada es lo que aparenta, de que seguimos la inercia de un parto inesperado a mitad de siglo y de esperar respuestas que no llegarán.

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