jueves, 27 de octubre de 2016

Monólogo económico



El interés de la tasa me persigue. Especialmente cuando la taza y/o tasa se hace añicos en mis narices o me hace pedazos la existencia. Y no es que no quiera sostenerlas o sobrellevarlas. Es sólo la tendinitis brutal de mis dedos y lo crónico y terminal de mi estado global financiero-espiritual. Y qué es esto te preguntaras extrañado. ¿Acaso el estúpido al fin terminó de volverse loco?. No, nada de eso ocurre, al menos eso pienso. Estoy en medio del tránsito y no sé dónde coño ir. No es una pérdida de identidad, ni tampoco frustración por la mierda actual que sucede y publicita la radio, prensa y televisión. Cierto que ya nadie ve esas huevadas, ahora todos están conectados con la wifi metida en el coco haciendo que las neuronas hagan zamba y canuta. No, no es la mirada, es más bien el producto de la desvalorización de la palabra., el desbarranco sostenido del pensamiento y que nadie parece ponerle atajo. Una suerte de dramática neoliberación de la mente que reacciona a tontas y locas ante la paupérrima realidad. La verdad última del ocaso estructural de mi espalda atormentada y del crédito cerrado por dicom. ¿Y di-como voy a hacer para pagar mi deuda externa que llega galopante en unos avisos inquietantes vía teléfono o  siniestros emails? Conchas de su madre... Tengo que hacer algo. Escribirle a la presi y decirle que en realidaad si hay gente en este país de mierda que se está cayendo a pedazos, no en el tono sarcástico que lo dijo el poderoso andrónico, pero si con la urgencia de pensar que chucha hago para comprar puchos hoy! Que parar la olla no me importa mucho en realidad. Tenga presente ud que sin puchos la realidad si que se hace extremadamente insostenible.