sábado, 7 de febrero de 2015

Faeneros

Casi siempre caen lentos, no sé bien porque,  pero demoran en desplomarse. No he visto cosa similar en otra parte. Una vez en Concepción demoraron sólo media hora, culpa del Marcos y su pócima que trajo de Osorno. La mezcló con los vasos y fue fulminante, no como él hubiera querido porque aún así fue media hora. Pero por lo general caen lentos. El proceso lleno de picardía, anécdotas y en especial historias de mujeres, cárcel y una que otra pelea arriba de la barra. Los cuatro mosqueteros del "siete" han recorrido medio país haciendo semejante competencia. El "siete" fue un bar, un tugurio en realidad en donde el Marco perdió la virgnidad con una puta vieja cuando tenia 15 años. Los otros son mayores y se conocen desde esa época, pero creo que siempre lo han tratado como el chico "virgen" y ya tiene 35 y nada de eso queda, pero bueno, ellos son así, el trago supongo.
           Roberto por ejemplo, se sabe de memoria los nombres de cada puta con la que ha estado. Una especie de colección dice mientras se empina un corto de aguardiente. Tiene tatuada una araña negra en el hombro y habla mordiendo el cigarro mientras reparte cartas. La mesa elegida siempre está en un rincón para cubrirse las espaldas en caso de pelea. Una a vez al Gustavo se la pusieron y le perforaron un pulmón. De enamorado le pasa comentan los otros que salieron en su defensa. Semanas en el hospital, sin bares ni cigarros fue una tragedia para el tipo que estuvo cerca de estirar la pata como dicen ellos.
           Ninguno está casado, alguna vez dos de ellos, pero en este trabajo es imposible. Las distancias matan cualquier relación mi viejo dice el "Totti" que todavía no le sé el nombre, pero como que fuera el más tranquilo. Sorprende esa pasividad de un hombre de un metro noventa y casi cién kilos de peso. En ralidad nadie se mete con él. Dicen que trabajó domando caballos que capturaban en la cordillera cerca de Futrono. Tipos rudos sin duda, sureños dice el jefe, que son mejores para la pega, no reclaman mucho ciertas injusticias y son fieles como perros. La pregunta cae por si sola. Por qué esta vida de vagabundos casi, porque el desarraigo. Uno pudiera suponer la necesidad, pero sacando cuentas no es mucha la diferencia a quedarse viviendo en sus pueblos de origen que lo que ganan acá. Es como si se hubiese transformado en una costumbre difícil de erradicar. Una forma de vida contra corriente,  montando a pelo por la vida. Cosas de faeneros.

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