viernes, 19 de diciembre de 2014

La fila

        Uno sucumbe en la fila, se deja arrastrar y pierde autonomía. La fila te absorbe como esponja y te ordena y somete a su sádico antojo.
        En la fila no soy yo y no queda más que la espera y el tránsito lento de circuitos diseñados por mentes enfermas buscando aprovechar al máximo el espacio minúsculo ante la avalancha de zombies histéricos buscando soluciones a cuanto daño diario que nos han hecho. Todo esto inútil por cierto, cosa que aún no procesamos bien en nuestro chip inconcluso y paupérrimo.
        Y en ese tránsito desde la entrada al mesón setenta números más allá, se miran las caras los zombies silentes, muerden las puntas de las gafas para el sol, se arreglan el pelo, revisan si tienen abierto el cierre del pantalón e intentan recordar la maldita consulta porque a estas alturas ya se ha olvidado.