lunes, 2 de diciembre de 2013

Bitácora del sábado trasnochado.

                Entonces dijo todo. ¿Qué más pensaba yo, qué más? Quedar como un bastardo es tan fácil, obviar los detalles e ir al hueso, botar el maldito tronco que aún está en pie. Ah! Demasiado fácil.
               Me lo encontré a eso de las tres de la tarde, cuando el asfalto ardía bajo este sol implacable. Años sin verlo. Estaba mucho más flaco, como un perro famélico, los ojos hundidos y la barba de varios días. Lo invité a una cerveza, nada mejor pensé. Nos fuimos donde Carlitos, a esta hora está algo vacío y el Wurlitzer silencioso. Odio los Wurlitzer desde que me tragaron cerca de mil pesos en una programación que nunca salió. Pero bueno, no quiero desviarme del tema. Gustavo tiene sed, se bebe la primera sin respirar y pido dos más. Viene de Iquique y lleva una semana dando vueltas por acá. No sabe donde ir. Ella se fue me cuenta. Tomó el avión y se fue al sur confiesa con rabia. No creo que vuelva remata. Y no es eso lo que duele, prosigue, es la incomprensión. ¿Qué es más nefasto que el que no te comprendan?
          Le había dado la última oportunidad y falló. Gustavo tenía la tendencia a olvidarse de las fechas, todo lo relacionado con números es un suplicio para él. Recuerdo que en tiempos de colegio siempre llegaba a clases sin tener idea de la prueba o el trabajo para entregar. Un tipo singular sin duda. Sus habilidades apuntaban hacia otro lado. Tenía un carisma inquietante con las mujeres. El tipo se manejaba bien con ellas y lo mejor de todo, sin remordimientos. Una vez me dijo que el que los tenía no servía para el jueguito del amor. Era frívolo en cierta forma, una manera de sobrevivir decía. La vida es corta amigo y hay que disfrutarla. Y los costos rezongaba yo, lo costos...  A él no le importaban, es más, le empezó a ir bien. Mujeres con plata decía, esas valen la pena. Pronto tuvo un cero kilómetros, un departamento en Ñuñoa y una cuenta Visa expedita. El resto nos dispersamos a nuestras realidades diversas, perdimos el contacto algunos años. Un día me escribe emocionado, viene llegando de Buenos Aires y llega a casarse. Enamorado pregunto?  No hombre contesta, es sólo un arreglo comercial. Pasa el tiempo, mi vida cuesta abajo y la de Gustavo llena de viajes, hoteles de buenas estrellas y la billetera llena. Hasta que sucedió. Ella era anarquista, una tipa de temer. Inteligente y apasionada, y se enamoró, como nunca había imaginado hacerlo un tipo como él. Estas cosas suceden mucho más frecuentemente de lo que creemos. El caso es que era un perrito faldero al lado de ella, y lo estrujó. El matrimonio colapsó en un par de semanas, pero aún quedaba algo en el banco. Pero ella también quería lo suyo. Era como la venganza hecha realidad de todas aquellas de las que se aprovechó. Y la chica era mala, si que lo era. Mala de adentro. Hay mujeres así, intrínsecamente malas. Como que nacen para hacer cagar a alguien, es su principal objetivo y Gustavo agarrado hasta las patas. Y las fechas, las malditas fechas. Que el aniversario, que la hora del gimnasio para ir a buscarla, que la cuenta impaga de la tienda en donde compró las botas, y suma y sigue. La plata se acaba y el corazón se agota me confiesa ahora. El amor no basta dice, el amor no basta repito y llamo a Carlitos para que traiga la quinta corrida.