jueves, 25 de abril de 2013

Deja Vu


Hay recuerdos que hay que dejarlos como tal. Es preferible revivirlos cada cierto tiempo a sufrir la decepción de los cambios producidos por los años. Como los amores de juventud por ejemplo, o los paisajes que observábamos de niños.
                 Con esto de la conectividad total, me he visto arrastrado a entablar conversaciones con personas que creía perdidas en la nebulosa del pasado. Amigos y villanos todos juntos revueltos en una mirada afectuosa por el esperado reencuentro. Por supuesto con la consabida historia de por medio. Cuéntame qué fue de los casados, separados y hasta de los muertos. Qué haces, en dónde vives, tienes hijos? Bah!  Y entonces surge la enorme decepción de descubrir que aquella belleza de nuestros recuerdos, la muchachita de la casa de enfrente que aparecía en mi memoria cada cierto tiempo trayéndome retazos de tiempos que fueron mejores sin duda, con la capacidad amatoria infinita de un corazón algo inocente. Esa preciosura  había mutado en una enorme mujer con varios hijos a cuestas y con la luz soñadora de sus ojos reemplazada por el cansancio, la desilusión y la madures terrible de los años. En estos términos me carga la modernidad. La destrucción del recuerdo, el hacer añicos sueños de juventud y confrontarlos con la realidad actual es la desconstrucción de nuestros sueños. El fin de la magia.