viernes, 2 de diciembre de 2011

El Hombre Imaginario





El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario


Nicanor Parra

Maestro!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Fama









Una cita recurrente es aquella que afirma que detrás de cada gran hombre existe una gran mujer. Mi esposa tomó súbita conciencia de este importante rol y una mañana mientras desayunábamos, mirándome de la forma que lo hace cuando algo se le atraviesa en la cabeza, me dijo que ya era tiempo de que me dejara de payasadas y me hiciese cargo de lo que me correspondía: hacerme famoso de una buena vez. Existía cierta urgencia en sus palabras. Adiviné que el cansancio de esperar maravillas que no llegaban la habían decidido a actuar al fin. En un instante repasé cómo se fueron extinguiendo las ilusiones que forjamos en la pasión de la juventud. Sueños perdidos y rotos en medio de la realidad última reservada para nosotros. Me dí cuenta que aún no se rendía, que no asimilaba la desastrosa situación y que en un arranque postrero de valentía, parecía estar dispuesta a rendir la última batalla. Por mi parte, ya lo había aceptado y la verdad es que fue una liberación tomar conciencia del mundo brutal en el que estábamos inmersos. Sin embargo para ella nada resultaba tan fácil y cómodo como para mí. Por alguna razón que ignoro, decidió que la fama debía ser la respuesta o salvación a nuestras precariedades y dado que era yo el aficionado a ciertas lides creativas, estimó necesario, más que eso, imperioso, el sacarle provecho. El problema era que mi impostura desganada y esa fijación que tenia por pasar inadvertido conspiraban para que aquello se concretara. Creía firmemente en que debía abandonar esa actitud fatalista y resentida que no me llevaba a ninguna parte. Según ella, era necesario que me reinventara. Finalizada esta breve arenga, pasó a continuación a detallar una serie de medidas tendientes a lograrlo. Como mujer organizada que era, estimaba en no más de dos años la obtención de tan merecido objetivo y para que me quedara aún más claro, comenzó a redactar un listado de acciones que habría de realizar en estricto orden de prioridad e impacto mediático. Es que ser famoso implicaba, aparte de un acto de fé absoluto y una cuota de suerte, un trabajo acucioso y muy bien desarrollado. Fé y organización, esas serían las directrices.

Para comenzar partiría por cambiar mi deslucida apariencia. En realidad siempre fui despreocupado de este aspecto. Fue así que mis jeans desteñidos fueron a dar a la basura; Mi pelo largo se vino abajo y mis zapatillas regalonas engrosaron los juguetes masticables de nuestro perro. El vestuario lo compró con unos ahorros que tenia producto de la venta de unas cremas y jabones. Ella siempre tuvo esas características netas de emprendedora y ahora tenía un nuevo producto que ofrecer, o sea yo. Por supuesto que todas las prendas eran de muy buena calidad y elegidas con buen gusto, como tenia que ser. Zapatos, pantalones, ternos y corbatas. Hasta unos gemelos preciosos brillando en los puños de la camisa.
Una tarde llegando del trabajo, me hizo desvestir de inmediato y llevándome al baño, me hundió la cabeza en un lavatorio que tenía preparado con cierta espuma. Luego sacó una tintura que había comprado y me embetunó el pelo prolijamente. De ésta manera desaparecieron mis canas en un resplandeciente color negro.
Hasta aquí todo marchaba bien, salvo sus continuos alborotos cuando en algo me equivocaba. La transformación debía ser completa. Si hasta encendía incienso para atraer las buenas vibras. Debía de alguna manera trocar en una personalidad ganadora, avasallante y atractiva. Ponía especial énfasis en mi dicción -la verdad es que nunca le había gustado mi manera de hablar, especialmente cuando, enrabiado, estallaba en un rosario de insultos ininteligibles-. Si hasta para reputear había que hacerlo con clase. A lo otro que ya me tenía habituado, era a sus continuos abordajes a mi rostro intentando eliminar cualquier indicio de acné, vello o mancha indeseable que pudiese opacar el tono de mi piel.
Un día descubrí que mi reproductor de discos junto a toda mi colección de música clásica había desaparecido. La miré sin hablarle -inquiriendo una respuesta- y me dijo que para ser famoso se hacían necesarios ciertos sacrificios y que tuvo que venderlos para comprarme las lentes color miel claro que pasó a instalarme de inmediato. Así fue como cada vez comenzó a hacerse más evidente la ausencia de cosas en la casa. Desapareció el televisor, la alfombra que fue regalo de bodas, los cuadros que hicimos en el taller de pintura, los muebles, ¡hasta la cocina!; por lo que teníamos que comer en la casa de sus padres, lo cual nunca me hizo mucha gracia. Por suerte conservábamos la cama. Artilugio muy importante en nuestra relación basada principalmente en la confianza y en una pasión desenfrenada.
La situación era a lo menos caótica. Pero mi imagen había cambiado absolutamente. Si hasta me sentía un triunfador, pese a tener el mismo paupérrimo trabajo y no ser famoso aún. Era necesario tener fé me insistía y yo sabía que ella era especialista en esos asuntos, así es que no me restaba más que esperar. Seguro que en cualquier momento un suceso inesperado gatillaría el tan anhelado triunfo. Mientras tanto tendría que seguir preparándome.
Se preocupaba tanto por mí, casi obsesionada hasta con los más mínimos detalles, como la forma de caminar, de contestar el teléfono, de mover las manos y también de mis miradas para que no resultasen tan ofensivas, cosa que a ella en nuestros comienzos la cautivaban. Era tanta su atención hacia mí que pasado un tiempo empezó a descuidarse de sí misma. Al principio sólo fueron pequeños detalles. Su pelo no lucía ordenado como siempre y sus uñas se veían descuidadas, cosa impensable un tiempo atrás. Pensé que sería a causa de su ardua labor para conmigo y no le di mayor importancia. Sin embargo su estado empeoraba con el correr del tiempo. El abandono de su persona se hizo notorio, como si la condición de gran mujer que había asumido en realidad significara una cruenta condena. Era un suplicio elegido voluntariamente y del cual no había forma de desentenderse. Ya no se ponía maquillaje y usaba la misma ropa casi toda la semana, sus ojos mostraban profundas ojeras y su entusiasmo en las noches había desaparecido. En el fondo rehuía de mis abrazos, culpándome de su insostenible situación. Si hasta más flaca estaba. Es que con el afán de darme los mejores platos ella casi no comía. Luego aparecieron las pesadillas. Se despertaba en medio de la noche reclamando un regalo divino perdido, después rezaba temblorosa pidiendo perdón por su actitud, en seguida lloraba un poco y me pedía paciencia diciendo que todo iría bien. La fama, cual salvación milagrosa, estaba en camino.
Pero hay cosas que nunca cambian. Mi padre decía que las cosas son como son y nada más. Se sabe bien al cabo de un breve tiempo a donde vamos a parar. Se nota en el aire decía y a mi me revolvía el estómago, porque íntimamente lo sabía, pero me rebelaba a ello. Era joven entonces pienso ahora. Presiento que mi caso ya no tiene solución. Que hay que resignarse a ser lo inevitable, lo odiado pero real. La realidad es esa y no otra. Jamás seré un escritor. Porque sencillamente no lo soy. No tengo la magia necesaria. No poseo aquel espíritu que se requiere. Cierta impronta u actitud. Quizá la situación hubiere resultado en otra vida, pero lo mío no tiene vuelta y lo admito. Por esto es que cierto día, arreglándome la corbata frente al espejo en aquel hotelucho de carretera y mirando a la rubia durmiendo desnuda sobre la cama, decidí que ya no quería ser famoso y admitir necesariamente lo que soy. Un hombre cansado que ya no regresa a casa.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Lectura poética en el Pussybar


Habiéndose dispuesto las mesas con manteles colorinches de dudoso diseño, lo cual hacía más chabacano el asunto, se consideró lo último como parte importante del objetivo dispuesto por las personalidades creativas del coloquio. No faltaron las consabidas cepas de tinto y blanco indefinidas, ambas envasadas en cómodas cajas con caricaturescos felinos en promoción a precios modestísimos. Teniendo en cuenta al atentísimo garzón con las mangas de la camisa dobladas hasta los codos y ataviado con una negra humita torcida, equilibrándose bajo la barba candado, que entre otras cosas indescriptibles, ocultaba en parte su infausta papada. Teniéndose dispuestas también las luces de colores, aunque todas fijas, sin parpadear, para no enloquecer más al auditorio y todo a partir de la diligente petición del encargado de la escaramuza poética. Habiéndose realizado el primer brindis con un licor dorado incestuoso mezclado con la bebida cola original y encendido una hilera de cigarrillos y más de algún petardo pecaminoso que semejaban inquietas luciérnagas en las manos de sus poseedores y que al cabo de un rato inundaron el espacio de columnas ondulantes que ascendían hasta el techo. Habiéndose considerado todas estas minucias y otras no dadas a ser mencionadas en primeras líneas y considerando que por fin se pudo mantener al auditorio en silencio, percance que Dante, mi impertérrito amigo sentado a mi izquierda, me advirtió en la víspera de los preparativos; Se procedió a leer la primera andanada de versos.

Inició los fuegos el poeta Riquelme, hombre ducho en estos menesteres, especialmente si se trata de hablar de cabarets o nigth clubs, como se dice ahora, pues bien, declamó el hombre acerca de su experiencia con una joven meretriz, muy joven, que había conocido en Valparaíso allá por los 80’, cuando el vate de sienes plateadas y voz algo carrasposa, recién comenzaba su aventura bohemia-poética, cosa que por lo demás continua haciendo metódicamente. Fue terminal su pasión por tan preciosa criatura. Viajaba esta de puerto en puerto mientras duraba la estadía en el país del capitán extranjero, aquél que la contrataba para saciar sus pasiones privadas. Riquelme aullaba que la siguió, sin pensar en consecuencias, sin prever en los daños primarios del corazón, ni secundarios de sus bolsillos planchados, vaciados por ella a esas alturas.

Ante cada verso irónico, sarcástico, pero doliente y atormentado del compañero Riquelme, se escuchaban esporádicos aplausos o sonoras carcajadas. Desde mi posición privilegiada, pude observar la aparición de cerca de media docena de “señoritas” dependientes del local en cuestión. Se fueron acomodando por los costados de la sala, cerca de las cortinas, en las mesas mas alejadas y pude hasta percibir cierto brillo atento en sus miradas; También pude ver a una pareja de ebrios, y cuando hablo de pareja me refiero exactamente a un él y una ella. Ámbos se acurrucaban uno al lado del otro, escuchando atentamente con sus mentones apoyados sobre el pecho. Acabó luego el poeta Riquelme bajo un fuerte aplauso, silbidos, más de algún salud y hasta un grito de “grande compañero”, lo cual ya era mucho a mi modesto entender. Correspondió entonces su turno a la poeta Emily, la cual nos tiene acostumbrados a sus melodramáticas representaciones y de seguro esta noche no nos defraudaría. Era ella muy delgada. De pies pequeños y carita angelical, y era plana, es decir, lisa cual tabla de planchar, lo que consideraba una contraposición al apasionamiento imbuido en cada sílaba y gesto de su invocación,(solía llamarlas así pensando en que cada recitación era un llamado al reposo de los fantasmas propios que nos atormentan). Su voz de tóno débil, que describía letanías quejumbrosas a la medianoche por los ausentes, por amores impropios, descalabrados, cruzados de lascivas experiencias y soledades húmedas y expectantes; Se alzaba vibrante, ignorando la presencia de público alguno, así como del lugar en que estábamos; y con la aguerrida fuerza de sentirse poseedora de la matriz negada a mi género. Orgullosa de aquello, incluso algo despiadada en cierta forma hacia nosotros, pero sin caer en el burdo feminismo, lo cual agradecíamos, especialmente Dante, que es, en sinceras palabras, un machista de mierda y que la poeta Emily tiene entre ceja y ceja hace bastante tiempo, y que al cual, por lo que pude observar, iban dirigidas todas aquellas líneas. Mi amigo fue entonces blanco de algunas miradas cómplices y yo procedí a darle un codazo para que se enterara, pero mi amigo estaba absorto con las palabras de la pequeña poeta y me di cuenta que ella estaba consiguiendo al fin su objetivo. Bien por ella.

Terminada su lectura, y perdida la pudorosa actitud inicial de las damas trabajadoras de cuerpo, pero sin besos y con nada de alma; Levantaron afanosas sus vasos y ofrecieron un brindis por quién consideraban una fiel representante de su género. El público restante aplaudió entusiasmado a su vez, por el respaldo de las señoritas y pidieron a gritos al próximo lector quién ya se levantaba de su asiento entre nosotros, pero una mujer, que a esas alturas había superado la dosis de licor que la mantenía, de alguna forma tranquila; Subiose de improviso sobre la barra que estaba al fondo, detrás del pequeño escenario que habíamos montado. Intentó realizar algún extraño paso de baile y al mismo tiempo que mostraba su doble hilera de dientes en una ebria sonrisa, levanto descaradamente su falda a la altura de la cintura, dejando al descubierto unos calzones blancos, algo pequeños, que no alcanzaban a cubrir del todo sus partes mas pudientes, y en verdad que eran diminutos, cosa que llamó poderosamente la atención a los parroquianos habituales del local, que comenzaron a aplaudir en un descompasado ritmo las piruetas de la dama en cuestión. Nos miramos sorprendidos con mi amigo Dante, mientras que un murmullo de desaprobación surgió de las bocas de los conspicuos literatos.

Continuará...

domingo, 28 de agosto de 2011

Cambios


Existen ciertos cambios que son necesarios. El hacer un punto aparte justo a tiempo frente a la rutina indiferente, la impotencia y la desdicha. Un cambio drástico de trabajo, de ciudad, hasta de amigos, provoca el renacer de la capacidad de asombro. La perplejidad necesaria para reencantarse con el mundo cuando éste apesta más de la cuenta.

Cuando al territorio lo transforman y nos impiden habitarlo. Cuando el progreso mal entendido subyuga nuestras tradiciones y costumbres. Toda nuestra precaria cultura. Hasta nuestras más básicas y rudimentarias formas de sobrevivencia. Allí es necesario e imperioso el cambio. El traslado desde esos lugares desérticos hacia una nueva tierra fértil y promisoria.

Y la travesía debe hacerse en silencio cual rito fúnebre. Una suerte de duelo por la muerte que va quedando atrás. Porque cada cambio es la muerte de viejos deseos y el renacer de otros nuevos. En definitiva la muerte siempre implica, aparte del dolor cauterizado por el llanto, el florecimiento de otras esperanzas, de nueva vida. Existen otros horizontes que debemos perseguir en nuestro cambio de timón. En algunos casos, la búsqueda de la verdad última, el amor verdadero, la dignidad y justicia perdidas. En otros, la creación como sustento de ideas y desarrollo, en definitiva, provocar el relato del entorno para preservar la memoria.

viernes, 19 de agosto de 2011

Bitácora


Hace tiempo no aparecía por acá. Creo que los viajes a la larga pasan la cuenta. Nada es gratis dice Piñera. Esa es la verdad cruda del mundo en que estamos.
Soledades y un amigo perdido
La vida no puede ser esto me dijo y se marchó. Nunca más lo he vuelto a ver. Hoy estaba de cumpleaños y quise saludarlo, pero se lo tragó la tierra. No estaba en el trabajo que le conocía. La mujer tras el teléfono no supo entregarme más detalles, aparte de que había renunciado y llevado todas sus cosas. El celular de la mujer que le conocí sonó por minutos y nadie contestó. ¿Se habrá muerto? Odiaba la vida que llevaba y nunca pensé que eso de desaparecer lo iba a hacer en serio. Hoy cumplía 46 y no lo pude saludar, es cierto que estábamos algo alejados, que las familias agobian un poco, que los trabajos, que no hay tiempo para unas copas, que el viaje es muy largo, que hace frío, que estoy cansado… El mundo va rápido y hay que tener cojones para seguir en él. No sé qué fue de mi amigo. Saludos para él donde quiera que esté. Feliz cumpleaños amigo.

domingo, 17 de abril de 2011

El camino de las hormigas


Sucede que acá no hay lo que busco y me resulta a lo menos inquietante suponer que no pueda hallarlo. He caminado esperanzado, haciendo lo posible por estar en calma, a veces neurótico, como quién intuye que las cosas no están bien ni aquí, ni en mí casa, ni en ninguna parte de éste maldito país. He recorrido desde la primera calle, ¿cómo es que se llama?, ¿Independencia, Libertad, República?. El caso es que empecé por allí y llamé y pegunté y nadie tenía. Les hablé del aviso en la radio que también pasan por televisión, aquél susodicho comercial con la hilera de hormigas y los gritos alarmantes, casi desesperados de una mujer sentada en el piso con un niño en brazos, pero nadie lo había visto o escuchado.

Bajé entonces la calle angosta y larga que se retuerce como una víbora al pasar frente a un grupo de árboles y que desemboca en una vieja iglesia. Ésa de la rotonda decorada con las cuatro animitas, una al lado de la otra y sin ningún nombre que las identifique. Animitas anónimas pintadas de blanco; Y llegué acá abajo caminando y pregunté de nuevo. Lo hice en la casa aquella que todos conocen por lo bien provista que se encuentra en su interior, pero que por fuera se cae de vieja. La casa prohibida, y me atendió el joven que llamaron dealer en el diario local una vez que hubo una redada, (las mismas que generalmente no arrojan muchos resultados), y estaba apoyado en el muro haciéndose un cigarrillo con una hoja de Biblia, que con eso quedan santificados creo yo, y medio burlesco me respondió que no tenia, más me ofreció de otras hierbas y polvos que tenía en liquidación, pero que yo no necesitaba. Ya se sabe como son los que negocian, siempre metiéndonos cosas a la fuerza, todo porque el porcentaje que ganan es bueno. Me subí entonces a una Liebre, cosa que suena fantástica, casi mitológica, pero las Liebres acá son taxi buses, vehículos de la colectiva locomoción, que la verdad de las cosas, son una verdadera mierda. Y me vine preguntando a algunos pasajeros y éstos creyeron que yo era cantor callejero y depositaron algunas monedas en mis manos, sin embargo no me contestaron.

Me bajé luego en la parada ocho, que no tiene nombre, solo número, porque nadie la ha bautizado y que está al lado de un Banco y en frente de una Farmacia. Pensé por un instante en preguntarles, pero estaban llenos. ¿Será por el verano?. La gente se agolpa a estos sitios buscando remedios para sus males, pero es difícil que un crédito o un fármaco mejore el estado crítico de las cosas, pero continúan vociferando frente al mostrador ignorantes de su desdicha.

Dirijo mis pasos a continuación hacia la vereda oeste, cruzando por el paso peatonal o de cebra que le decía mi niña cuando era chica y no es para la risa, pero más de alguna vez me preguntó que tenían que ver las africanas bestias con aquel lugar y yo sonreía con su inocencia, que sí que lo era pese a que tenia trece, es que antes era diferente me advierte como siempre mi abuela y yo le encuentro toda la razón. Ayer en la tarde una chica de doce le ofreció a mi vecino, tipo viejo que maneja un taxi, que se lo chupaba por tres mil. Lo peor de todo es que no aceptó sólo por que encontró el precio muy alto. Estoy en mis elucubraciones profundas cuando a la vuelta de la esquina me encuentro con Flavio y su perro amigo. Bromea acerca de la noche anterior y de no sé que apuesta. El perro mueve la cola rastreramente y se sonríe y yo no me acuerdo de nada, apenas me acuerdo de quién es y de que alguna vez fuimos amigos, pero ya no lo somos, así es que me despido de ámbos y prometo volvernos a ver, (cosa que de seguro no haré), y me alejo por la curva. Flavio se marcha en dirección contraria, se va discutiendo con su perro amigo, que anda con él para todas partes y que se le quiere parecer,pero que jamás lo conseguirá.

Pregunté entonces en el volteadero de tercera, que así es como le dicen al motel rasca de la esquina, el de la calle que atraviesa hacia el Norte y que tiene un letrero de luces llamativas y una puerta trasera oculta entre unas enredaderas que se enroscan hasta el inicio de la ventana. Me atendió una mujer de edad indefinible, de rostro adusto y cansado. Apenas le mencioné a lo que venia, me echó a garabato limpio, aunque dudo que éstos lo puedan ser, limpios me refiero.

Se me ocurrió llamar a mi hermana mayor, pues recordé que tenia uno la semana pasada, pero no había señal. La comunicación hoy en día es una mierda me dice un amigo estudiante. Tiene razón, especialmente con mi teléfono.

Decidido a hacer otro intento, me fui directo al colegio de mi hijo y le pregunté a la maestra de historia y no me dijo nada, ni siquiera me miró, no quiso, no le dio la gana abrir la boca, aunque la tenia llena de algo y ya se sabe como son las profesoras cuando toman café u otras cosas, que el desayuno fue escaso y el café prepara la neura para soportar a las bestias estudiantes de hoy en día ¿o alguno de uds. piensa que no lo son?

Después me dirigí al edificio público, con sus bruñidos pasamanos de bronce y vidrios relucientes como espejos. Le hablé a la secretaria de informaciones. Le pedí me informara en donde encontrar uno, todo con mucho respeto, sin embargo la joven mujer, porque era joven y por ciertos gestos inequívocos, supuse insatisfecha, no se en que sentido, pero en más de alguno era seguro. Lo presentí en la forma en que arqueó la ceja izquierda y en el mohín caprichoso de su boca. Quizá sea otra de aquellas que dice el viejo de mí padre, que de mujeres si sabe, una flacucha idiota, compulsiva y anorgásmica. Pero he de suponer que su absoluta falta de atención obedece a su estado intrínseco de ser mujer y pasar por esa especie de vorágine mensual de hormonas que la afecta, y no es que sea machista, más bien soy un tipo realista que se da cuenta que igual nos tienen jodidos, (a veces demasiado). El asunto es que me rechaza sin contemplaciones y me dice que no hay lo que busco mirando hacia otra parte y tomando el teléfono en su mano, aunque sé bien que no habla con nadie.

Me voy luego hacia enfrente, que allí está la alcaldía y es muy probable que ellos tengan o me consigan, que para eso son buenos y que si tengo suerte me encuentro un conocido que puede que me mueva, maneje u obtenga lo que busco. Aquí con suerte y con un amigo se consigue de todo. Entonces llego y me voy a la oficina de asuntos públicos, que como tal, está repleta de éstos. Comento en voz alta que larga esta la cola y escucho decir la fila a un joven que me corrige y que mira insistentemente el cierre de mi pantalón. Llegado al fin mi turno, la mujer de voz en off y ademanes sincrónicos y autómatas me asegura que me equivoqué de ventanilla y me envía al segundo piso, que es allí a donde debí ir al principio, pero al llegar descubro que la ventanilla está cerrada y le preguntó a un funcionario que pasa y que parece que funciona mal, como que muy alterado y me dice que la atención es a horas determinadas y no a la que a mi se me ocurra.

Defraudado entonces, me marcho de aquel sitio y camino por la costanera hasta que bajo a la playa y le pregunté por si acaso a dos turistas que parece que como que acampaban en el lugar porque vi una frazada tirada en un rincón y un par de ollas negras las pobres por el fuego, y también un chuico, que ya no hay de esos, mas bien una garrafa llena vino, porque el agua la tenían en botellas y un montón de otros cachivaches, que llegué a pensar que estarían por bastante tiempo. Pero no eran tal cosa, pues venían a machetear, matutear y hasta a putear, según confesó la mujer turista cuando me ofreció su atento servicio, más no era lo que estaba buscando. Seguí de nuevo caminando por la costa hacia el sur, hasta el hotel aquel, que tiene más de alguna estrella y vidrios polarizados y como que una gran piscina casi pegadita al mar, con palmeras tropicales y aunque esas no son naturalmente de aquí, pero artificialmente si están. Y el hombre de la entrada preguntó primero que yo que a quién buscaba y en que piso y fue aquí que el hombre enrojeció hasta la raíz del pelo cuando le hice mi pregunta y envió a dos jardineros, que pensé que eran tal, pues se encontraban medio ocultos entre los árboles. Me cogieron ellos de ambos brazos y me invitaron a abandonar el lugar, previa feroz patada en medio de mis enflaquecidas nalgas y otra sarta de insultos gratuitos.

Luego de toda esta desilusionante búsqueda, decidí darme por vencido y volver a casa, cansado de buscar lo que nadie tenia y que parece no querían tener. Volví con la moral por el suelo, podría decirse que hasta un poco triste, porque los caminos siempre son los mismos y cada vez repetimos el transitar por ellos, como oliendo el rastro que alguien nos dejo, como una huella indeleble marcando el mismo destino que no va a cambiar, porque así están las cosas. Salir a buscar cada día con la ilusión debilitada, buscar en las miradas, en el olor del aire, en lo ardiente del cemento, el milagro inesperado que no llega, ¿para que? Y le conté a mi mujer y ella dijo que no importaba, que no fuera tonto, y siempre dice lo mismo. Y todo sigue igual.

Hoy me gusta la vida mucho menos,
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.

Hoy me palpo el mentón en retirada
y en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tanta vida y jamás!
¡Tantos años y siempre mis semanas!...
Mis padres enterrados con su piedra
y su triste estirón que no ha acabado;
de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y, en fin, mi ser parado y en chaleco.

Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!

Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y que está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.

Me gustará vivir siempre siempre! siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tanta vida y jamás y jamás! ¡Y tantos años,
y siempre, mucho siempre, siempre siempre!


César Vallejo.

domingo, 10 de abril de 2011

Michel

No es eso. Trato de conservar mi cuerpo en buen estado. Quizás esté muerto, no lo sé. Hay algo que habría que hacer y no hago. No me han enseñado. Este año he envejecido mucho. He fumado ocho mil cigarrillos. Me ha dolido, a menudo, la cabeza. No obstante debe haber una manera de vivir; algo que no se encuentra en los libros. Hay seres humanos, hay personajes; pero de un año al otro apenas si reconozco las caras. No respeto al hombre; sin embargo, lo envidio. Michel Houellebecq

In memorian


La culpa fue del vino le dije mientras me vestía. Ella tendida desnuda sobre la cama sólo miraba el cielo. Hay culpas imposibles de asumir y en cierta forma pudiera ser comprensible. Existía toda esa mezcla odorífera impregnando la atmósfera, ese estremecimiento visceral enardeciendo la piel y el salobre sudor mezclándose con saliva en la comisura de los labios. Estaba la sensibilidad angustiosa en la yema de los dedos y la urgencia extrema de perderse en un abrazo en la antesala de la embestida inicial. Pero insisto, la culpa fue del vino, un cabernet de afrodisíacas y almizcladas cepas, que cual poción milagrosa, sembró el rubor en las mejillas asombradas derribando de paso cualquier asomo de pudor u decencia según como se mire. La culpa la tuvo el vino y el par de botellas vacías que yacen victoriosas sobre la mesa recogen mi silueta totalmente saciada que huye rumbo a la puerta. Escapa de lo que vendría, de lo que yo suponía inevitable y para lo cual no poseía respuesta alguna. Pero nada de ello aconteció. Ninguna sílaba pronunciaron sus labios aparte de un inaudible hasta pronto resignado y un último abrazo de despedida. Entonces fue que el vino inocente, en un acto de venganza justiciera por tantas condenas en noches como ésta, escanció de un golpe la culpa sobre mí.

domingo, 27 de marzo de 2011

Bitácora


La Marixu como terapia solía caminar en pijama de noche por República cuando todos dormían. Decía que le hacía bien para el espíritu y no debía malgastarla durmiendo. Por eso es que se levantaba después del almuerzo a hacer sus reuniones y se vestía en un dos por tres para hacer sus tantas cosas atrasada como siempre.
Extraño a la Marixu. Hacen falta mujeres como ella para tiempos como estos. De dónde sacas tanta energía le preguntaba después de correr un par de cuadras arrancando de la purga que se llevaba nuestros pañitos del frontis de la UDP. Con la pena y la rabia que tengo me bastan me decía y se iba al local de la Mary a compartir algún vinito y reclutar nuevos adherentes para su causa que hasta el día de hoy no me queda bien claro cuál era en verdad. Pero de lo que no me olvido es de su dignidad, pese a la falta de tantas cosas, de la espera de ayudas que nunca llegaron, de afectos, de soledades miserables mirando por la ventana, de luchas intestinas en busca de algunos infiltrados y la casita Okupa que reinventaron con la Mary. En fin, tenía motivos para su rabia y su pena. Hoy se cumplen tres años desde que la conocí y más de diez meses de su muerte.
Dos mujeres vienen en camino. La Amparo y la Isidora se vienen a buscar su sitio en el mundo. Uno en estos casos quiere que todo resulté bien por supuesto y se está atento a todos los por menores que conlleva el proceso. Se observan todos esos preparativos, los regalos, las ropitas y cosas que se necesitan para el momento y sin querer uno se ve envuelto en una serie de alucinaciones. Claro. Imaginando la posible vida que les toque por los azares del destino. Mi pensamiento más recurrente es que si tuvieran solo la mitad del coraje y dignidad de la Marixu me sentiría sumamente agradecido.

martes, 15 de marzo de 2011

Monólogo económico


Decidido a hacer balance
del volumen de impropiedades descritas
y de la baja de la bolsa de valores endémicos
Considerando estas últimas noticias
en frescas anunciaciones vía cibernética comunicación
y en los rostros misteriosos en fotografías 3x4
con la música acompañante en vibratos armoniosos
De la bolsa de valores dije y de la renta que generan
generalmente
Y con la pregunta silbando vía operadora larga distancia
y el humo abortado de un cigarro agonizante
que pareciera cierto lo que dice en apariencia, pero que no lo es del todo
Del consumo de cápsulas de colores diversos
y de la sed que deja, dolor de cabeza y ojeras mediante
Con la sensación de estar en el sitio equivocado
Otra vez
Del resultado de la propuesta ignorada
Porque es más fácil que considerarla, la conciencia digo
Acaso yo la tomé demasiado pronto
y ni siquiera se da cuenta
De tanto sacar cuentas alegres creo yo
De repetir que no hay mal que por bien no venga
y el bendito dicho me tiene en ascuas, aún aquí
generando monstruosos intereses, impagables te digo
Atribulado de tanta espera
En un monólogo económico eterno, siempre al alza
y el brillo decadente de una pantalla de plasma
Con el tono en espera angustiosa y la llamada casi cortada
Repartiendo miradas, que es lo que más hago
y reflejado en un vidrio biselado, que no me gusta lo que veo
ni que me vean, ni que me busquen ya
y la llamada que no fluye y yo esperando
aún esperando.

jueves, 24 de febrero de 2011

Todo por un permiso

Lo dije una vez. Lo dije calmado para que se entendiera. Sucede a veces que me apresuro demasiado y las palabras se atragantan y me emputezco por eso. Una mal hábito sin duda. Pero creo que me entendió bien, le quedo clarito. Ya está bueno que la corten le dije, uno es huevón es cierto, muchos lo somos. Tenemos esa capacidad de aguante bestial, todo por unas lucas más, pero todo tiene un limite y el mio hasta aquí no más llega. Y lo hice con gusto y decidido. Que para estas cosas hay que estar dispuesto a todo. No sé que habrá pensado después y no me preocupa. Hay gentes que se merecen nuestro desprecio y un máximo de olvido. Por eso cuando preguntó si volvería, sólo sonreí y me largue sin contestarle.

lunes, 7 de febrero de 2011

Bitácora


Lo de Plaquette resultó bien. Uno queda muy agradecido con estas cosas y comprometido desde luego. La gente que estuvo allí fue la que debía estar y punto. Reitero mis agradecimientos y no doy más la lata en esto.
Hay un aroma revoltoso en San Antonio. Se siente en el ambiente que pareciera que ahora si que si. Ojalá que no quede sólo en el primer impulso y que continúe porque hace mucha falta y todos sabemos muy bien porque. Lástima de no estar allí para meter ruido o quemar un bus en forma metafórica según Mellado.
Mañana rumbo a Concepción. Rancagua queda atrás bajo un calor demencial y rodeado de incendios. Hoy descansando en Pelequén aprovechando el tiempo para bañarme en un tranque y comer unas carnes al palo según receta de un temuquense que cocina de maravilla. Soy un verdadero gitano.

miércoles, 2 de febrero de 2011

LANZAMIENTO "NARRACIONES AGRIAS" de Gabriel Prach

El Taller Buceo Táctico y su editorial Economías de guerra lanzará ésta plaquette continuando con la colección "Odio parido".
Quedan todos cordialmente invitados.
El Lugar: Esquina del Arte
Dónde: Inmaculada Concepción con El Sauce

domingo, 23 de enero de 2011

BAJO LOS PUENTES


Y acá estamos nuevamente llegando de Los Angeles a Rancagua trabajando como locos bajo un sol agobiante y soportando a estos primates que tengo por compañeros. No tengo de dónde elegir porsupuesto, (en el fondo los quiero, pero no los soporto)

Mañana viajo a descansar a casa. No más internet por una semana para disfrutar a la familia. Por mientras un par de fotos para que no olviden.




















domingo, 9 de enero de 2011

CONFESIÓN

Don Pedro Lobos me tiene mala. Así de frentón. Te digo que me aborrece. Lo noto en su cara y en la forma de saludar. Es que tú no has sentido cómo me da la mano. Pareciera jabonosa como se resbala y apenas con un leve apriete de la punta de los dedos. Todo el acto es obligado. Tú no te has dado cuenta, pero te juro que lo he visto balbucear después de la dada de manos. Cómo que se da vuelta cara al televisor y dijera algo que no termino de percibir. Así no se puede, de ninguna forma. Te repito que me tiene mala. Yo sé que me considera inadaptado por no participar de los asaditos que organiza con los amigos. Una vez me dijo que era irreverente. ¿Te das cuenta? Pero mírame, con lo tímido que soy. No, para mí que hay algo más detrás. Un odio a lo que represento o a lo que hago. Si me ha tratado hasta de flojo y tu bien sabes que no es así. ¿Qué más puedo hacer para demostrar lo contrario? No se trata aquí que ande buscando la forma de agradarle. Es más, nunca lo he hecho con nadie, -de ahí mi estado calamitoso, pero esa es otra historia- Pero sabes una cosa, pienso que en ésta ocasión no fuera solamente por como soy. Creo que el hombre me repele. Es una cuestión de piel, ¿Qué piensas tú? Yo sé que hasta de comunista me ha tildado, aunque no tiene idea ni lo que significa la palabra. Para mí que a todos los que van en contra de sus ideas los declara de ésta manera. Una forma de apartarlos y en lo posible borrarlos del mapa. Después de todo es de derecha y no por una cuestión de ideología, más bien por un asunto económico, tú me entiendes. Es que favor con favor se paga y a él le pagaron muy bien ciertos favores varios años atrás. Bueno, el hombre tiene su historial, pero a nadie le importa en realidad. A mi me cuesta seguirle la corriente. Como que me dan náuseas sólo al escucharlo. Porque te digo que todo lo que tiene empezó con esos favores que yo creo todavía le pesan en alguna parte sin dejarlo dormir. Por esto mismo la mala que me tiene. Yo creo que el odiarme nace del desprecio que he tenido por su plata. Por que hay que destacar que el hombre la tiene y mucha diría yo. No lo sé en verdad. Pero es que no se puede andar por la vida comprando a diestra y siniestra hasta los afectos de la familia. No señor. Eso no se puede hacer. Por eso es que lo desprecio. Yo ya te he dicho que lo conozco bien y ya no me sorprende, -engaña entre nos-, ¿Puede haber algo más triste que cuando la sorpresa se acaba? Con esto te quiero decir que en un principio yo sí le creía. Existía una ilusión. Ah! Pero por favor no me digas que es por falta de tiempo que ya llevamos varios años en esto. El caso es que no nos pasamos. En el fondo para él soy un verdadero hijo de puta, aunque no lo dice, pero lo piensa lo cual es peor. Nuestros desencuentros han sido cíclicos, pasando por intermedios de absoluta ignorancia de lo que sucede con el otro y te digo que a esto no le veo solución. Imagínate que todo nos separa. No hay tema o circunstancia que logre ponernos de acuerdo. Ni siquiera tú. Como cuando se pone a hablar de política por ejemplo. Tú sabes que no me gusta tratar con él ése tema porque generalmente terminamos discutiendo. “Que el gobierno de Allende era una mierda, que las colas, que gracias a Pinochet que nos rescató de ése caos atroz y que hace falta su mano dura para acabar con la delincuencia de hoy en día”. ¿Sabes una cosa?, yo pienso que todo se debe al miedo. El temor que da la ignorancia. Porque don Pedro Lobos es un ignorante, un roto con plata como se dice y yo creo que vive cagado de miedo por perderla. No como uno que está habituado a vivir sin ella y a la precariedad que ello conlleva y no hablo sólo de las cosas básicas para subsistir. Sino que del abandono, la soledad, de la derrota a fin de cuentas que son parte de uno y que de seguro también las padeció. Por eso el miedo. Al hombre lo asusta hasta la sombra y estoy seguro que tiene hasta pesadillas con algún desastre en sus negocios; Entonces claro, tú me ves allí, tratando de compartir sólo lo necesario para no causar demasiados estragos, quedándome callado mejor y tratando de pasar desapercibido. Si no soy tan miserable como aparento, aunque si desgraciado ¡no cabe duda!, -la historia de mi vida- Pero ¿sabes?, sí hay algo que reconocerle es esa suerte de diplomacia que lo hace soportarme, a regañadientes que te quede claro; Yo se que te molesta mucho la situación. Pero hay cosas que un hombre no puede dejar de hacer -o ser-. Tenemos que ser consecuentes creo yo, sino para que estamos aquí. La vida es una sola ¡y se acaba! De verdad. No podemos andar blanqueándole los dientes a cualquiera que nos ofrezca algo a cambio. Si, si ya se que la integridad como que no está de moda hoy en día y que da lo mismo criticar a los iguales y hasta negar lo que uno es. Pero yo no soy de esa manera. Y hay que ver como todos andan como perros falderos con don Pedro. Esos son así, turbios y traicioneros y te aseguro que él desconfía de ellos también. Por todo esto es que la idea del viaje me sorprendió en un principio. Me complicaba por lo que significa un encargo de ese tipo y aquí es donde comienza la historia, aunque en realidad ya casi termina. Después de todo la ocurrencia fue tuya. Una manera de ganar puntos con el viejo, para que no digan que soy tan orgulloso como sé que piensan. A partir de ahí empezó el asunto, la maquinación inconsciente del plan. Como si hubiese estado destinado a él. No se si vas a creerme, pero nunca pensé en realizar cosa semejante. Fue algo así como instantáneo. Una suerte de revancha, de justicia diría yo. O tal vez su auto profecía cumplida. El encargo era serio. El depósito fue en efectivo y estaba a mi disposición para efectuar las compras de equipos que me encargó. Pero al llegar a esta ciudad pareció que todo se reiniciaba. ¿Te acuerdas cuando vivíamos aquí? Justo antes de que don Pedro se metiera entre nosotros. De hecho recorriendo sus calles llegué a esa vieja pensión. Mira las vueltas que da la vida y fíjate que estaba desocupada la misma habitación que alguna vez alquilamos. Después vino lo de tu fuga con él, y el trabajo al hermano del norte -idea tuya claro- Y justo aquí viene la parte más cierta de la historia. Es que no me pude resistir, o más bien dejé de hacerlo. Por eso es que cuando la dueña me preguntó cuánto tiempo estaría, le pagué cinco meses por adelantado.

LA FAMILIA CRECE