lunes, 28 de junio de 2010

La manera de las cosas


La forma de deslizarse de un abrazo o de responder con un hola ahogado un saludo repentino. Ese modo de hacer las cosas que tiene, tan impersonal, eso que lo vuelve distante y frío en cada acto cotidiano que asume. El tono de los síntomas, en tono menor por cierto. Hay un poco de vergüenza ajena, de orgullo mal entendido, de pasividad incomprensible, de desazón e impotencia. Son la manera de las cosas, las grandes y las pequeñas, que se apretujan unas encima de otras restregándose en su cara. El temblor de una respuesta, la siguiente despedida, la música de fondo y una copa de vino frío. Es el tránsito de una casa a la otra y la nota en la pared de un volveré eterno. Son la voz impersonal de un lector de noticias, el sonido de la puerta al cerrarse y el crujir de un reloj agonizante. Es el espanto a la soledad absoluta y la duda, la inmensa duda mimetizada en un café, en el sonido del teléfono, en una mirada inoportuna o un gesto apenas perceptible. La sospecha de que nada es lo que aparenta, de que seguimos la inercia de un parto inesperado a mitad de siglo y de esperar respuestas que no llegarán.

domingo, 20 de junio de 2010

TARDE DE DOMINGO


La importancia de llamarse o de nombrarse. Si la Marixu no supo como se llamaba hasta su muerte, fue culpa del que la engendró entre el tráfico irritante de Santiago centro.
Venimos llegando, luego de ir a visitar su tumba cerquita de Valparaiso. Yace en medio de un diminuto campo verde, rodeada de ciruelos desnudos, una banca de madera mojada por las regaderas y un par de jarrones de pintura borrosa con dos rozas cada uno haciendo la guardia de honor a la fría lápida. Ahora me pregunto porqué se sabe de éstas cosas demasiado tarde. Tanto tiempo olvidada y de pronto aparece de la nada quién justamente representaba lo que más aborrecía. La Marixu murió triste lo sé y por eso la intranquilidad latente. Ese respirar dificultoso que raspa como cigarrillo barato. Luego del almuerzo en un restauran de carretera, de la cata de vinos y otras hierbas, de la foto familiar y la arena mojada en los zapatos. Después de todo ello regresamos, pero no se porque algo no me suena o no me nombra. No, nadie dijo que la vida era fácil, pero diablos que cuesta.

Feliz día viejo, donde quiera que estés.