domingo, 26 de septiembre de 2010



Fue una respuesta simple, era que no. Un abandono quizá, un último abandono. Lo que se dice cuando queda poco que hablar. Hubiera sido mayor el daño creo yo y es que de decir lo que debí decir no estaríamos como estamos. Es que quedaron frases enredadas en recuerdos ficticios, en sueños inventados que no dije. Hay un sol apagado oculto bajo la almohada, una boca sedienta, un cigarrillo tirado en la alfombra, un televisor mudo iluminando el cuarto y una ducha abierta sin nadie en ella.
Yo sé la verdad de lo que pasa y duele y pesa saberla. No hay dos versiones en esto, no existen dudas según tu. Podrías haberme advertido de los riesgos a modo de preámbulo. ¿Acaso no fui sincero por una bendita vez?
La calle y su bullicio infernal, eso queda. La gente que pasa sin mirar, los buses comiéndose las distancias, la noche, la indescriptible noche y todos sus sueños abortados al mundo que es lo que es, -o lo que hay-.
Nada es absoluto. Ni la verdad, ni la vergüenza, ni la soledad. Y ahora me miras desde allí, desde tan lejos y tan cerca a la vez. Quién lo diría, y ya no eres una loba en celo ni mucho menos. Pensar que creí que resultaría. Había ciertos indicios, como la premura preciosa en el aliento luego de la plática sosegada de quienes se conocen de años, y sin embargo... Recuerdo que hubo risas también, planes de fuga y un abrazo, un eterno abrazo a la madrugada. Luego una puerta cerrada y la calle otra vez abierta a mis pasos.

No hay comentarios: