domingo, 19 de diciembre de 2010

NO TE VAYAS


_Me voy_ -dijiste y cerraste la puerta-.

¿Pero porqué he de extrañarme?. Siempre dijiste que te irías, siempre me recordaste que no pertenecías a aquí, que aquí morías de una terrible soledad. Me decías que te marcharías porque sí, porque tenías que hacerlo, porque nada permanece para siempre, salvo la miseria, pero a esa ya nos acostumbramos o mejor dicho, nos acostumbraron. Parece mentira que hoy te extrañe de esta forma cuando ya ni siquiera sabes si existo. Tú nunca supiste, no quisiste entender que yo también pretendí irme, que estaba irremediablemente cansado, que el desaliento me apretaba el alma. Ignoraste mis razones, mis estúpidos juicios y ridículos argumentos, (según tus palabras) No entendiste la presión de seguir así, la maldita presión de saber que todo se derrumba y no hay nada que hacer, solo esperar la debacle inevitable.

No es que no sea lo suficientemente hombre. Creo que más bien es solo un poco de cobardía. Al menos déjame el placer de sentir lástima de mi mismo, la posibilidad cierta de disfrutar al menos del dolor, que es lo que me queda y también el nerviosismo y la inseguridad y el temor y la angustia, la sensación de no ser nadie y ser todo al mismo tiempo. En fin, vete, lárgate de una vez. No dejes nada, ni las flores, vete con los recuerdos y el perfume, con la noche sin luna y con el viento, vete con las rosas secas de la mesa, con el maldito perro y el maldito gato, con los poemas que te escribí al conocerte y con todos tus besos robados a mis labios. Vete temprano mientras duermo, apenas amanezca, con la primera luz del día y no dejes ninguna nota manchada con tus labios de carmín. No me dejes nada, no dejes ni siquiera la cama, ni las cortinas, ni el mueble del reloj, es más, llévate el bendito reloj que no quiero saber ni del tiempo, ni que tengo que levantarme del suelo, ni del paupérrimo trabajo, ni del tirano de mi jefe, ni las miles de cosas que me dirá que haga, ni la miserable paga, ni de los veinte mil pesos que debo en la botillería, ni las cuentas que se acumulan bajo mi puerta, ni del teléfono desgraciado ¡Que no para de sonar!. Vete, vete de una buena vez, y no mires atrás, no se te ocurra volver la mirada que de hacerlo jamás te iras. Y no esperes ninguna palabra mía para detenerte porque tendría que rogarte y eso hoy en día no se estila, es mal visto eso de andarse arrastrando, a menos que uno esté desesperado y yo ya casi lo estoy, aunque todavía me falta un poco como para llegar al suicidio.

Por otra parte existen cientos de mujeres con las cuales podría pasar mis amarguras. Cual de todas más desechables, que eso es lo que son o lo que hay. Todas ellas con sus precavidas reservas, con sus sanitizadas y frías precauciones para el antes, el durante y el después. Cosas que tú nunca usaste ya que queríamos tener un hijo, al menos era lo que me decías jadeando llena de ternura.
Un hijo que nunca llegó, porque la providencia no nació para ser justa.

Ahora hay algunos que andan comprando hijos y otros que los roban para venderlos. Se sabe que el negocio es bueno y va viento en popa, porque ahora todo se vende. Te hipotecan el futuro y el pasado a estas alturas ya está moroso, te venden una cara y falsa promesa y te endeudas el alma pagando esa estúpida oferta y si no pagas te demandan y a la vez tu los demandas, porque ahora eso se usa para quedar con el historial limpio, así es que se lleva lanzar pronto la primera piedra antes que te la lancen a ti, y te buscas un abogado aséptico, serio y formal, compuestito y sabiondo, que no pregunte el porque hiciste aquello o lo otro. Más bien que haga su trabajo y en el fondo piensas y sabes que igual es corrupto o a lo menos amoral y tal vez te pueda ganar el juicio, pero al final igual se queda con tu dinero. Hoy en día, y esto tu lo sabes bien, hasta vender a la madre es rentable y al padre y a toda la familia, y fíjate que aquello algunos ya lo han hecho y no muestran el más mínimo arrepentimiento. Parece que no han escuchado vociferar en las plazas y en las iglesias a los pastores que ruegan que lo hagan y amenazan con el infierno si no lo hacen y quizás éste ya esté aquí o tal vez sólo sean unas palmaditas del que está arriba por algunos pecados antiguos o a lo mejor ni siquiera son míos y pago culpas extrañas. Otra cruz que llevo y que nunca supiste. También es posible que así no sea, que quizás sólo lo imagino y es que ya mis ideas no cuajan porque mi razón se ha enfermado de civismo y madurez, de correctismo político quizá.

Puede ser también que el infierno sí esté aquí, lo sabias bien y por eso te fuiste, porque ya hay un infierno por aquí cerca. Con altas calorías para que se sigan cocinando como cerdos, porque el averno esta de moda, es mediático, con una página en Internet y uno que otro periódico circulando y repartiendo veneno por ahí. Un horno de almas para altos ejecutivos en puestos claves para mujeres insatisfechas y aburridas buscando lujuria vía telefónica desde su club de amigas o desde su trabajo o con la vecina en la misma peluquería. Un infierno para señores de barba cana y aspecto respetable que suben a sus lujosos automóviles a jovencitos que mueven el culo en la avenida central para que les sacien sus recónditos deseos y aumenten su miseria, la de ambos, la de todos. Siempre a la vista y paciencia de quien quiera ver y nadie dirá nada, porque te repito, estamos enfermos y porque a nadie le importa. Así lo corroboran los estudios y estos son serios, porque los hacen personas serias, que estuvieron en no se cual universidad extranjera y aprendieron a hacerlo bien. Ellos trabajan en grupos de pensamiento o Think thank y lideran el asunto acertada o equivocadamente, y lo manipulan y con ello ganan los que están tras ellos financiándolos. Y nos hacen parecer como tontos, tan ignorantes que te juro que si no te marcharas, no me habría detenido a pensar en ello y en otras muchas cosas, como la frase esa de que unos pocos miembros no dañan a toda la institución, ya sea ésta última la iglesia, los políticos, el gobierno o las fuerzas armadas, pero el caso es que esos pocos se van transformando en esos muchos y sigue la caída pendiente abajo y no hay quien ponga un alto o ponga las letras adecuadas en los lugares correctos para que se pueda despertar, alguien que levante el dedo y no para hacerse famoso sino que para sincerarnos, para espiar nuestras mentiras inconfesables, que no tenemos mucho tiempo y porque hasta aquí nomás llegamos, porque la soledad si te marchas, es la excusa. La soledad puede llegar a ser sólo la excusa y eso también lo sabias.

De todo esto huyes y tal vez tengas razón, quizás debería irme contigo, pero no quieres que lo haga, no quieres ni siquiera sonreír más, que para eso eres buena, para reír y esto en realidad es lo que más me apena, que no pueda verte la risa, que me pregunto quien reirá después para mi, porque solo veo caras largas por aquí y por allá y ya me tiene más que cansado que me digan que este año si será, y el despegue no ha pasado por mi casa y todo esto tu ya lo sabes, lo que pasa es que siempre supiste más, pese a que era yo el que presumía de hacerlo. Pero está bien, que las desgracias siempre van de la mano y ésta no es la excepción. ¿Eso ya lo dije verdad?

Adiós. Hasta siempre, y no te preocupes más de la cuenta por las noticias en los diarios, ni por la mierda de la televisión, ni del atentado que hicieron en alguna estúpida marcha por el centro de mi barrio. No te quedes mirando los claveles rojos en la lápida pública que instalaron por los desaparecidos, ni te preocupes por el alza de la economía, tampoco por el alza de las inversiones, ni del alza de la pobreza de los mismos de siempre, ni del alza de la riqueza de los otros mismos. No te importe que llueva y granice, que haga un maldito frío insoportable y que los tipos que duermen afuera de la iglesia estén empalados y hambrientos y que quizás otro muera ésta noche. No te importe la muerte de Gabriela Pino porque sus padres eran muy pobres o insignificantes para que atendieran a la niña de ocho años en Cartagena. No te preocupes por el alza de la vida, ni por el alza de la muerte, en especial de los suicidios. No te molestes con los mentirosos de siempre, con los que te ofrecen el mundo por unos pocos votos, con aquellos que nos embaucan tan a menudo metiendo su mano en nuestros bolsillos, ni te molestes con escuchar a los traidores, a los egoístas, a los aprovechadores, a los perdedores como yo o a los pocos ganadores de siempre. Vete de aquí, aléjate de ésta podredumbre y no vuelvas. Márchate ya ¡Huye de mi!. Ahórrate el dolor, la desesperanza y la larga espera. Las noches en vela mientras yo recorro las calles buscando respuestas que no hay, evita mi resaca del domingo en la mañana y la ropa sucia olvidada debajo de la cama. Y por favor sin despedidas, no termines lo que quizás nunca empezaste. No te preocupes por nada, menos por mi, en especial por mi, sólo vete de una buena vez, pero por favor, ¡No regreses!, que no me encontraras, que yo también me habré marchado, definitivamente.


Adiós.

viernes, 10 de diciembre de 2010

MARTES


Hoy Martes, porque es Martes en estricto orden semanal
y con la hora marcando el paso. El desfile agobiante
que minutos muchos más que menos
agregan vacíos al ser. O sea me envejecen ¿me entiende?
Hoy día martes, con el ruido del mundo zapateando en una oreja
y con el sol tan alto como le es posible.
Hoy Martes me declaro cansado. Léase hastiado, hasta la coronilla y aburrido,
muy aburrido de todo y de nada
Con la inapetencia glacial invadiendo la república de mi mismo
y sus provincias y sus colonias y todo donde estuve o estoy
Con las emociones botadas a huelga
atiborrado de la vulgaridad diaria, que esa si que es harta
y bucólica
Sin gloria ni pecado que pueda revertirlo
aburrido de la puta vida que cobra caro a los sin plata como yo, que no tengo
y nunca voy a tener, lo sé
a menos que la suerte se equivoque o se apiade
y pueda comprarme emociones clandestinas, que esas si son fuertes,
remecedoras y despierta muertos
porque lo estamos por si no se ha dado cuenta.
Cansado y aburrido
Mascando chicle dos en uno que no es lo mismo que uno en dos...
o uno para dos
algo que en principio fue buena idea
pero que nunca debió serlo
Ciertas cosas no se autorizan, pero igual se hacen
y yo las hice y ya no quiero hacerlas
Para que me entienda bien.
Hoy día la vida abrió la jaula y no quise volar
Que la vida sin plata es miserable ¿no cree ud?
con la tripa vacía y la garganta seca me apagaron la chispa
y me aburrieron.
Ah! nefasta realidad mercantil
si ni un miserable poemita como este me entretiene
Mascando chicle y con las manos en los bolsillos
y si, es verdad, se pueden hacer ambas cosas
al tiempo que me derrito al sol
Paresco un charco en el pavimento
Contando autos, hormigas, gorriones y viejas gordas
alisandome el pelo con dos dedos y escuchando el tic tac angustiante
Desquiciado en un tono mayor, estridente y vacío
Hoy Martes, hastiado de todo y de todos, me declaro en duelo absoluto
Hasta nuevo aviso, o sea que voy y no se si vuelvo
Sin cargo de conciencia para ir liviano
Ciertos viajes son largos y hay que ir solo
Martes, Martes!! que no me gusta el día ni la hora
ni que me digan que no me embarque
y yo que pagué el pasaje con Bip y en primera clase
al ladito del chofer para saber donde mierda vamos
para no perderme las maravillas de la vida que ando buscando
Aburrido, desquiciado, medio loco ya
Mordiendo el cigarro que se acaba ¡Por la puta si es el último!
y el Martes lánguido y miserable no se marcha.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La mejor receta








Fue un presagio. Esa manera rápida de pararse de la cama y caminar desnuda hacia la ducha instantes después de haber terminado de amarnos. Fue el primer indicio. No volteó la cabeza para ofrecerme un beso como otras veces y no me dejó la puerta del baño abierta para ducharnos juntos.
Debí saberlo.
Será que los hombres, envueltos en la parafernalia trabajólica diaria y sus insospechadas consecuencias, carecemos de la suspicacia suficiente para reconocer ciertos signos. Las señales de una tormenta formándose en el fondo de unas pupilas, de una pregunta que se queda en el aire esperando una respuesta que no llega, del suave y casi imperceptible rictus de su ceño que denota cierto pesar que hasta hace poco no estaba allí.
Debí saberlo.
Esos cafés demasiado largos antes de acostarse, con la mano sobre la frente y el pensamiento en otra parte cuando la pregunta de cómo estuvo el día se quedaba flotando en el aire. Y sobre todo su mirada. Su mirada que me decía todo y que ahora no me dice nada, distante, fría y opaca. Ésa que ya no es la que me seguía desde la puerta cuando me iba. La que me hablaba con cada uno de sus brillos que me deslumbraban. Ahora hay uno nuevo, desconocido y que sólo se enciende cuando corre el visillo del vidrio y mira por la ventana.
Debí saber.
¿Acaso no sabía todo acerca de ella?
¿No conocía acaso hasta el más leve cambio de ritmo de su pecho?
Sabía de sus triunfos y desastres. También de sus rencores no del todo reconocidos. De su disgusto por los compromisos obligados y lo apesadumbrada que se ponía cuando tenía que terminar algo que la molestaba. Sabía de un sinfín de detalles que creo la conocía más que a mi mismo. Al menos eso es lo que creía. Hasta ésta mañana.
La veo llegar montada en sus zapatos de taco alto que moldean perfectamente sus piernas y la elevan tres centímetros por encima de mí. Deja en el suelo las bolsas de las compras y me da un beso en la mejilla mientras me pregunta como estuvo el trabajo. Luego se toma el pelo y lo aprisiona con una traba porque caía desordenado sobre su rostro, como si recién hubiera despertado y sé que la acalora y la ahoga. Miro entonces, que la línea habitualmente vertical de sus medias de nylon negras, esta torcida y que las puntas de sus zapatos rojos lucen algo sucias y ligeramente húmedas.
Al no obtener respuesta inmediata, se da media vuelta y se dirige hacia la cocina. Mientras lo hace noto que el cierre de su falda ajustada no esta cerrada por completo y mantiene atrapado entre sus dientes un trozo de la blusa que le regalé la última navidad. Inicio un ademán con mi mano izquierda e intento pronunciar alguna clase de advertencia. No obstante ella ya ha llegado a la cocina y cerrado la puerta por dentro. Ha encendido la radio que está sobre el mueble adosado a la pared. En el interior de él se guardan ordenadamente platos y vasos, acompañados de un sin número de envases de colores. Todos ellos empleados en las peripecias gastronómicas a las que me tenía acostumbrado. Porque ya no las hace. También está el pequeño espejo pegado a una de sus puertas en donde retoca antes de salir, las suaves líneas de su lápiz labial, totalmente inexistente en este momento. Abajo, a la izquierda, entre paquetes de fideos y bolsas de azúcar, se encuentra el cuaderno de recetas, manchado de gotas de aceite y restos de harina. El mismo que estuvo perdido desde hace un tiempo. Lo encontré mientras cambiaba el cilindro del gas de la cocina. Hoy día que estuve solo en casa. Estaba algo arrugado y sucio; Pero a salvo entre sus páginas, doblada en cuatro partes iguales, se encuentra aquella pequeña carta-nota en una pequeña esquela amarilla que resbaló de entre sus hojas para caer justo al centro de mis pies. Estaba dirigida con cariño hacia ella por un hombre que le juraba amor eterno y que no era yo.

viernes, 22 de octubre de 2010

RESPUESTA






Yo creo que se equivoca. El tiempo no borra nada. Así es que seguimos aquí esperando el milagro que no ocurre. La memoria esperando florecer ¿Un conflicto recurrente no es cierto? Y nos subimos a la micro, hacemos la fila y pagamos las cuentas porque no queda otra. Saltando como ranas de charco en charco buscando la laguna reservada sólo para algunos. Después nos metemos en el tráfico y desaparecemos por minutos absorbidos en el presente recomunicado. Insignificantes en el mega mundo. Mediocres hasta decir basta. Y buscamos tozudos influir de alguna manera, perdurar en una vida ya encausada. Todo infructuosamente desde luego.
Claro que se equivoca. El tiempo no sepulta la memoria aunque no sea recordada. Porque está viva, sigue allí como alma en pena acechando a los hombrecitos que han cultivado en años de adiestramiento.
El tiempo no borra nada, sólo posterga el estallido y eso si que es cierto. La postergación por miles de motivos. ¿Miedo a la inseguridad que provoca el saber quizá? Es la eterna postergación del ayer. Nos mantienen ocupados el corazón, el alma y el cerebro decía la Marixu y no me digan que no es verdad. Nos anulan sin percatarnos. Nos crían atados a un pecho en los pasillos de una fábrica, luego nos educan si no hay suerte, (no a todos claro, algunos la poseemos) Después nos largan al mundo en manadas ensimismados a vivir las pesadillas colectivas que nos embriagan y hacen olvidar. Llenamos los espacios con mentiras para que no se note el enorme vacío y cuando al fin nos detenemos a observar ya no recordamos porque estamos viejos y se nos va la vida.
No, yo no creo que el tiempo borre nada. Pienso que espera que despertemos y la recuperemos, empezando del principio. Con la memoria reprimida por los que la saben y la ocultan por propio interés. Empezar con los días perdidos de una vida insípida, esperando a que contemos la historia. Nuestra historia verdadera y quizá entonces si sea bueno perderse para siempre en medio de este mundo de mierda.

domingo, 26 de septiembre de 2010



Fue una respuesta simple, era que no. Un abandono quizá, un último abandono. Lo que se dice cuando queda poco que hablar. Hubiera sido mayor el daño creo yo y es que de decir lo que debí decir no estaríamos como estamos. Es que quedaron frases enredadas en recuerdos ficticios, en sueños inventados que no dije. Hay un sol apagado oculto bajo la almohada, una boca sedienta, un cigarrillo tirado en la alfombra, un televisor mudo iluminando el cuarto y una ducha abierta sin nadie en ella.
Yo sé la verdad de lo que pasa y duele y pesa saberla. No hay dos versiones en esto, no existen dudas según tu. Podrías haberme advertido de los riesgos a modo de preámbulo. ¿Acaso no fui sincero por una bendita vez?
La calle y su bullicio infernal, eso queda. La gente que pasa sin mirar, los buses comiéndose las distancias, la noche, la indescriptible noche y todos sus sueños abortados al mundo que es lo que es, -o lo que hay-.
Nada es absoluto. Ni la verdad, ni la vergüenza, ni la soledad. Y ahora me miras desde allí, desde tan lejos y tan cerca a la vez. Quién lo diría, y ya no eres una loba en celo ni mucho menos. Pensar que creí que resultaría. Había ciertos indicios, como la premura preciosa en el aliento luego de la plática sosegada de quienes se conocen de años, y sin embargo... Recuerdo que hubo risas también, planes de fuga y un abrazo, un eterno abrazo a la madrugada. Luego una puerta cerrada y la calle otra vez abierta a mis pasos.

domingo, 15 de agosto de 2010

DEBAJO DEL PUENTE


Soy un sobreviviente. Se lo he dicho a Paula y ella no me cree. Murmura una chuchada y corta el teléfono ahogando el ruido del tráfico de Ñuñoa. Claro que ella no me conoce. Apenas nos hemos visto algunas veces, compartido una botella de vino, un juego de cartas y esas cosas. Entonces cómo podría saber, (escribo mientras mi jefe brama por radio para que lo auxilie)
Yo soy un sobreviviente. De una u otra forma lo soy y aún sigo buscando le digo a la Paula, aunque no sé precisamente qué es. Y por supuesto que no soy el único. Podrías haberle preguntado al Santiago, pero se ahogó en Río bueno la semana pasada le cuento desvelado a las tres de la mañana. Fui a su entierro aquí en el cementerio local y me vi reflejado en decenas de otros iguales a mi. Es que la sobrevivencia se torna un ejercicio brutal en éste país de mierda, especialmente aquí en el puerto, en donde sucumbimos bajo los que la llevan, esto último entre comillas. Y se nota, era que no. Acaban de reinaugurar vía ministros de Obras Públicas y Hacienda, tipos relindos sin duda, la reparación en tiempo record del puente Lo Gallardo y no había ninguno de aquellos que trabajaron en él, salvo mi villana presencia con foto incluida y beso de una gorda algo pasada con las vainas de la recepción previa. Un miembro de la comitiva, luego de preguntarme de la posibilidad de un baño para que los ministros larguen la corta o la larga según la necesidad, me dice que es uno de los primeros puentes en arreglarse tras el terremoto. Es cierto le digo, en cierta forma siempre ha sido el primero. Me pregunta si hay buena pesca, le digo que si, que se puede encontrar de todo por ahí, hasta unos cadáveres añejos que olvidaron los milicos del Mamo Contreras en sus recodos. Es que el puente tiene que ser muy fuerte para aguantar tanto tráfico de camiones y la carga histórica que lo abruma. Valientes quienes aún transitamos por estos lados concluyo.
Los sobrevivientes por definición somos tipos sin tiempo. Despertando antes del amanecer para ganarlo, pero que igual nos falta. Para que hablar de algo de vida social. Esa interacción necesaria para oxigenar la neurona como dice my boss troglodita. El tiempo se me escurre y me da justo en las bolas el no hacer ni la mitad de las cosas que he planificado.
Ayer en la tarde, conversando con un amigo mezcla de chico pyme 2.0 y folklorista desahuciado, descubrí que siempre sería un sobreviviente. Porque para que estamos con cuentos, para dejar de serlo necesito ser “vivo” de verdad y a mi me falta para eso; O vivir de las minas, cagar a alguien como se estila o que la “fuerza” me acompañe como se dice vulgarmente. Dudo que algo de esto pueda ocurrirme. De repente si hubiera sido un tipo del alma negra estaría de lo más bien creo yo. No juntando monedas que es un ejercicio retórico permanente. Hasta mi sexo se ha aletargado ante la ordinariez del presente. La falta de cosas a ésta altura ya me provoca risas ¿Qué más puedo hacer?, ¿Qué no he repuesto los vidrios quebrados por el terremoto y que el viento en el nylon no me deja dormir?, mierda, ¿Qué el piso se hundió y el frío me cala los huesos?, mierda, mierda, ¿Qué quedé de acuerdo con ella de escaparnos a algún lugar remoto, pero que mi tío benefactor se largó a Brasil? Tres veces mierda. Ya no me resta más que reírme de mi miseria y de la de todos. También de los perros culiados que andan juntando fuerzas para aguarle la fiesta a los gentleman fascistas del gobierno. Me cago de la risa. Buena terapia si me preguntan.
De seguro que la Paula se debe estar riendo también. Comiendo galletones de chocolate tirada de guata en la cama y jugando hipnótica en su pc de bolsillo. Suerte la de ella, (aquí me pongo envidioso), la de tener una abuela que la lleve a conocer la Barceloneta. El problema es que no tengo una plaza allá en España que lleve mi apellido como tú mi querida Paula. Yo creo que ese es el verdadero problema de ser sobreviviente.

lunes, 28 de junio de 2010

La manera de las cosas


La forma de deslizarse de un abrazo o de responder con un hola ahogado un saludo repentino. Ese modo de hacer las cosas que tiene, tan impersonal, eso que lo vuelve distante y frío en cada acto cotidiano que asume. El tono de los síntomas, en tono menor por cierto. Hay un poco de vergüenza ajena, de orgullo mal entendido, de pasividad incomprensible, de desazón e impotencia. Son la manera de las cosas, las grandes y las pequeñas, que se apretujan unas encima de otras restregándose en su cara. El temblor de una respuesta, la siguiente despedida, la música de fondo y una copa de vino frío. Es el tránsito de una casa a la otra y la nota en la pared de un volveré eterno. Son la voz impersonal de un lector de noticias, el sonido de la puerta al cerrarse y el crujir de un reloj agonizante. Es el espanto a la soledad absoluta y la duda, la inmensa duda mimetizada en un café, en el sonido del teléfono, en una mirada inoportuna o un gesto apenas perceptible. La sospecha de que nada es lo que aparenta, de que seguimos la inercia de un parto inesperado a mitad de siglo y de esperar respuestas que no llegarán.

domingo, 20 de junio de 2010

TARDE DE DOMINGO


La importancia de llamarse o de nombrarse. Si la Marixu no supo como se llamaba hasta su muerte, fue culpa del que la engendró entre el tráfico irritante de Santiago centro.
Venimos llegando, luego de ir a visitar su tumba cerquita de Valparaiso. Yace en medio de un diminuto campo verde, rodeada de ciruelos desnudos, una banca de madera mojada por las regaderas y un par de jarrones de pintura borrosa con dos rozas cada uno haciendo la guardia de honor a la fría lápida. Ahora me pregunto porqué se sabe de éstas cosas demasiado tarde. Tanto tiempo olvidada y de pronto aparece de la nada quién justamente representaba lo que más aborrecía. La Marixu murió triste lo sé y por eso la intranquilidad latente. Ese respirar dificultoso que raspa como cigarrillo barato. Luego del almuerzo en un restauran de carretera, de la cata de vinos y otras hierbas, de la foto familiar y la arena mojada en los zapatos. Después de todo ello regresamos, pero no se porque algo no me suena o no me nombra. No, nadie dijo que la vida era fácil, pero diablos que cuesta.

Feliz día viejo, donde quiera que estés.

viernes, 28 de mayo de 2010

viernes, 21 de mayo de 2010

Mugres Gringos


Aflige que el Estado de Arizona haya aprobado una ley que permite detener a cualquiera con aspecto de indocumentado para pedirle sus papeles. Pero más aflige, porque contra eso es casi imposible luchar, que el 81% de los norteamericanos, considere que la ley no es reprobable, y que tiene lógica que esto se haga.

Punto: Me lo imagino a revés: que aquí en México todos los güeros, los pelirrojos y los pecosos, tuvieran que andar con sus papeles probando que son mexicanos. Ni de chiste al 81 por ciento de la población le parecería lógica y tolerable esta barbaridad. A mí y a mi cara de judía trashumante, de italiana mafiosa, con ojeras dándole un aire criminal, me detendrían a cada rato. Y a mi prima Alicia con sus ojos azules de asturiana la podrían detener a media calle para pedirle pruebas de que su abuelo emigrante le dejó las cosas en orden: “Sus papeles, güerita, que le veo cara de querer trabajar sin permiso”.

Nada más de pensarlo da risa. Sin embargo, en Arizona, con ver a una mujer morena, chaparrita, frágil, pueden detenerla temiendo que pretenda ser la nana de unos niños o la cuidadora de un viejito. ¡Y sin papeles! Son cínicos y dos caras estos gringos que ahora sí me han llenado las enaguas de piedritas. ¿Quién no ha recibido la ayuda de un inmigrante? ¿A quién no le han servido una sopa, lavado un plato, regado un patio los mexicanos que de sobra se sabe que no tienen papeles?

Punto y seguido: El presidente Calderón, se presentó ayer en el Congreso de los Estados Unidos y condenó la ley anti-inmigrante de Arizona. Actitud más que debida si se ve desde aquí, pero de mal gusto y lamentable si la juzgan los ojos del por fortuna perdedor de la elecciones a Presidente de los Estados Unidos, el senador John McCain, cuyo nombre escribo con disgusto porque no querría yo pasarlo por las teclas de mi máquina y con gusto porque al hacerlo me doy la alegría de pensar en que no ganó. Hasta ahí sí llego la inteligencia de sus paisanos.

Punto y ni modo: McCain se entregó a reprochar que Calderón se haya metido en el debate migratorio durante lo que calificó con “un viaje que se suponía era para reafirmar la singular relación" entre los países vecinos. Singular, exactamente, es lo que es nuestra relación. “Pinches gringos”, decimos, pero allá vamos a comprar en sus tiendas, estudiar en sus universidades o trabajar en la pizca de su tomate. “Damned mexicans”, dicen, pero vengan para acá y paguen sus estudios, compren sus chicles y recojan nuestras manzanas, laven nuestras camisas, amasen nuestro pan, limpien nuestras mesas y hagan todo lo que no queremos hacer cuando estamos tan ocupados condenándolos.

Punto y nada más faltaba que no: Calderón apenas e hizo lo correcto. Y si de lo que se trataba era de visitarse para afirmar la condición singularísima de nuestra relación, eso fue lo que hizo condenando su ley. Ni modo que fuera a aplaudirles.

Punto y aparte: Pobre Obama con esos gobernados.

Confesión: Estoy escribiendo esto y antes anduve leyendo frente a la ventana de la que ya les he hablado mucho, mientras todos en mi casa -me refiero a mi cónyuge, mi hijo y dos visitas ilustres recién desempacadas de la capital poblana-, se han ido a un bar a ver la final nacional del futbol. Toluca contra Santos. Ellos iban dichosos y yo dichosa no fui.

Ángeles Mastretta

Tomado del Blog de Ángeles Mastretta: Puerto Libre

Zapatillas Negras

En la mesa de más allá,
tras haberse quitado las zapatillas de ante,
con los pies enfundados en medias blancas
y cuidadosamente posados sobre una servilleta,
ella conversa:

«Connaissez-vous Ostende?».

La gorjeante dama italiana en la otra punta del restaurante
replica con cierta altivez,
pero yo espero pacientemente
a ver cómo Celestine vuelve a ponerse las zapatillas.
Se las pone con un gemido.

Ezra Pound

jueves, 20 de mayo de 2010

La verdad nítida


"Tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre"

viernes, 14 de mayo de 2010


Marixu ha muerto hace apenas un par de horas. Me avisaron por teléfono y no pude seguir trabajando. Y no se porque la lluvia cae más fría de lo habitual.
¿Entonces en que queda la lucha que dimos juntos? ¿A dónde irán las huestes que reunió? ¿Quién tomará su lugar? ¿Y todo para qué Marixu?, Para que ...

martes, 27 de abril de 2010

Brindis


Por los que se fueron. Por los que jamás volverán porque tuvieron los cojones para no hacerlo. Por los perros que les ladraron cuando caminaron de noche. Por el éxito que nunca tuvieron. Por su olvido. Por las heridas que llevan aún hoy día. Por los malditos que dejaron atrás por fin. Por la noche fría que llega.
¡Salud!

domingo, 18 de abril de 2010

Declaración


Estamos en la desolación y orfandad total. La dictadura nos mantenía unidos, pero con la llegada de la democracia, que se inaugura con un Antonioletti acribillado, vuelven los hijos de exiliados y arrasan con todo y empieza la repartija, las transas. Los que habían resistido en los ochenta ya cachaban que la democracia iba a ser así. Entonces algunos se refugian en lo íntimo, otros se revientan hasta morir, otros se tornaron apáticos, snobs y otros terminaron gozando muy burdamente su condición de nuevos ricos.

Germán Carrasco hoy en La Nación

sábado, 17 de abril de 2010

LA COSA NO PINTA BIEN


La foto, de 1950, muestra a un negro a punto de beber agua en un lavabo de negros, como Dios manda. Apenas a un metro de distancia se encuentra el lavabo de blancos, algo más sofisticado que el de los negros, también como Dios manda. Curiosamente, las acometidas o los desagües de ambos (no se distingue bien si se trata de una cosa u otra) permanecen unidos por una tubería. Quiere decirse que en este caso la superestructura, lejos de ser una manifestación de la infraestructura, va en la dirección opuesta. No sabemos si atribuirlo a un fallo del sistema o a una contradicción inherente al mismo. Cabe, en todo caso, suponer que puesto que el lavabo de los blancos es mejor que el de los negros, quienes mandan en este planeta son los primeros

Pero para apreciar ese matiz hay que poseer alguna información previa acerca de los sanitarios. De hecho, un marciano ingenuo habría pensado que los negros y los blancos bebían agua negra y blanca respectivamente, de ahí que gozaran también de dispensadores diferentes.

Y es que los hombres, a vista de pájaro, provocamos la impresión de estar muy bien organizados. Te asomas al zoológico y lo primero que ves es el FMI y el Banco Mundial y la ONU, la OTAN y el sursum corda, qué bien todo. Pero si eres un marciano cumplidor y realizas un buen trabajo de campo, adviertes enseguida que esa distribución de bebederos de agua, además de absurda e insultante, es la metáfora de un sinfín de distinciones que quizá dentro de 50 años nos parezcan tan bárbaras como la de la foto. Y decimos 50 años por ser optimistas, pues la cosa no pinta bien.

La obra de Elliot Erwitt apareció en El País Semanal (página 11). Y Juan José Millás se pregunta cuales fotos actuales provocarán en el 2070 el mismo espanto que estos baños segregados de hace sesenta años.




Tomado de Lucha libro

Con el rostro inmutable

domingo, 11 de abril de 2010

Confesión









Don Pedro Lobos me tiene mala. Así de frentón. Te digo que me aborrece. Lo noto en su cara y en la forma de saludar. Es que tú no has sentido cómo me da la mano. Pareciera jabonosa como se resbala y apenas con un leve apriete de la punta de los dedos. Todo el acto es obligado. Tú no te has dado cuenta, pero te juro que lo he visto balbucear después de la dada de manos. Cómo que se da vuelta cara al televisor y dijera algo que no termino de percibir. Así no se puede, de ninguna forma. Te repito que me tiene mala. Yo sé que me considera inadaptado por no participar de los asaditos que organiza con los amigos. Una vez me dijo que era irreverente. ¿Te das cuenta? Pero mírame, con lo tímido que soy. No, para mí que hay algo más detrás. Un odio a lo que represento o a lo que hago. Si me ha tratado hasta de flojo y tu bien sabes que no es así. ¿Qué más puedo hacer para demostrar lo contrario? No se trata aquí que ande buscando la forma de agradarle. Es más, nunca lo he hecho con nadie, -de ahí mi estado calamitoso, pero esa es otra historia- Pero sabes una cosa, pienso que en ésta ocasión no fuera solamente por como soy. Creo que el hombre me repele. Es una cuestión de piel, ¿Qué piensas tú? Yo sé que hasta de comunista me ha tildado, aunque no tiene idea ni lo que significa la palabra. Para mí que a todos los que van en contra de sus ideas los declara de ésta manera. Una forma de apartarlos y en lo posible borrarlos del mapa. Después de todo es de derecha y no por una cuestión de ideología, más bien por un asunto económico, tú me entiendes. Es que favor con favor se paga y a él le pagaron muy bien ciertos favores varios años atrás. Bueno, el hombre tiene su historial, pero a nadie le importa en realidad. A mi me cuesta seguirle la corriente. Como que me dan náuseas sólo al escucharlo. Porque te digo que todo lo que tiene empezó con esos favores que yo creo todavía le pesan en alguna parte sin dejarlo dormir. Por esto mismo la mala que me tiene. Yo creo que el odiarme nace del desprecio que he tenido por su plata. Por que hay que destacar que el hombre la tiene y mucha diría yo. No lo sé en verdad. Pero es que no se puede andar por la vida comprando a diestra y siniestra hasta los afectos de la familia. No señor. Eso no se puede hacer. Por eso es que lo desprecio. Yo ya te he dicho que lo conozco bien y ya no me sorprende, -engaña entre nos-, ¿Puede haber algo más triste que cuando la sorpresa se acaba? Con esto te quiero decir que en un principio yo sí le creía. Existía una ilusión. Ah! Pero por favor no me digas que es por falta de tiempo que ya llevamos varios años en esto. El caso es que no nos pasamos. En el fondo para él soy un verdadero hijo de puta, aunque no lo dice, pero lo piensa lo cual es peor. Nuestros desencuentros han sido cíclicos, pasando por intermedios de absoluta ignorancia de lo que sucede con el otro y te digo que a esto no le veo solución. Imagínate que todo nos separa. No hay tema o circunstancia que logre ponernos de acuerdo. Ni siquiera tú. Como cuando se pone a hablar de política por ejemplo. Tú sabes que no me gusta tratar con él ése tema porque generalmente terminamos discutiendo. “Que el gobierno de Allende era una mierda, que las colas, que gracias a Pinochet que nos rescató de ése caos atroz y que hace falta su mano dura para acabar con la delincuencia de hoy en día”. ¿Sabes una cosa?, yo pienso que todo se debe al miedo. El temor que da la ignorancia. Porque don Pedro Lobos es un ignorante, un roto con plata como se dice y yo creo que vive cagado de miedo por perderla. No como uno que está habituado a vivir sin ella y a la precariedad que ello conlleva y no hablo sólo de las cosas básicas para subsistir. Sino que del abandono, la soledad, de la derrota a fin de cuentas que son parte de uno y que de seguro también las padeció. Por eso el miedo. Al hombre lo asusta hasta la sombra y estoy seguro que tiene hasta pesadillas con algún desastre en sus negocios; Entonces claro, tú me ves allí, tratando de compartir sólo lo necesario para no causar demasiados estragos, quedándome callado mejor y tratando de pasar desapercibido. Si no soy tan miserable como aparento, aunque si desgraciado ¡no cabe duda!, -la historia de mi vida- Pero ¿sabes?, sí hay algo que reconocerle es esa suerte de diplomacia que lo hace soportarme, a regañadientes que te quede claro; Yo se que te molesta mucho la situación. Pero hay cosas que un hombre no puede dejar de hacer -o ser-. Tenemos que ser consecuentes creo yo, sino para que estamos aquí. La vida es una sola ¡y se acaba! De verdad. No podemos andar blanqueándole los dientes a cualquiera que nos ofrezca algo a cambio. Si, si ya se que la integridad como que no está de moda hoy en día y que da lo mismo criticar a los iguales y hasta negar lo que uno es. Pero yo no soy de esa manera. Y hay que ver como todos andan como perros falderos con don Pedro. Esos son así, turbios y traicioneros y te aseguro que él desconfía de ellos también. Por todo esto es que la idea del viaje me sorprendió en un principio. Me complicaba por lo que significa un encargo de ese tipo y aquí es donde comienza la historia, aunque en realidad ya casi termina. Después de todo la ocurrencia fue tuya. Una manera de ganar puntos con el viejo, para que no digan que soy tan orgulloso como sé que piensan. A partir de ahí empezó el asunto, la maquinación inconsciente del plan. Como si hubiese estado destinado a él. No se si vas a creerme, pero nunca pensé en realizar cosa semejante. Fue algo así como instantáneo. Una suerte de revancha, de justicia diría yo. O tal vez su autoprofecía cumplida. El encargo era serio. El depósito fue en efectivo y estaba a mi disposición para efectuar las compras de equipos que me encargó. Pero al llegar a esta ciudad pareció que todo se reiniciaba. ¿Te acuerdas cuando vivíamos aquí? Justo antes de que don Pedro se metiera entre nosotros. De hecho recorriendo sus calles llegué a esa vieja pensión. Mira las vueltas que da la vida y fíjate que estaba desocupada la misma habitación que alguna vez alquilamos. Después vino lo de tu fuga con él, y el trabajo al hermano del norte -idea tuya claro- Y justo aquí viene la parte más cierta de la historia. Es que no me pude resistir, o más bien dejé de hacerlo. Por eso es que cuando la dueña me preguntó cuánto tiempo estaría, le pagué cinco meses por adelantado.

jueves, 25 de febrero de 2010

El cliente pasajero









Me despertó el sonido estridente del timbre. Comúnmente me duermo como un tronco, pero de un tiempo a esta parte cierta necesidad insatisfecha que transita por mi dermis provocando un desasosiego insomne puede más que el cansancio. Llevaba alojado en esa residencial cerca de cinco días y todavía no lograba acostumbrarme al metálico y monocorde llamado que solía ahuyentarme el sueño en mitad de la noche. Más que una residencial normal, aquel lugar consistía en unas piezas de dudosa construcción en donde alojaban esporádicamente pasajeros, que como yo, se quedaban por lo general un par de semanas debido a su cercanía al centro de la ciudad y sobretodo por sus bajos precios, los que obviamente impedían cualquier asomo de reclamo o protesta por malestar alguno. Al poco tiempo comprendí que el verdadero negocio era arrendar las piezas por horas a furtivas parejas en mitad de la noche, y recordándolo bien, creo que era un excelente negocio dada la cantidad de parejas que acudían a aquel lugar. Pareciera ser que la orden del día fuera joder y joder hasta más no poder. Comprenderán uds. que no solo el timbre me mantenía despierto. En más de una oportunidad los jadeos y aullidos histéricos de alguna quejumbrosa y acrobática pareja arriba en la cama al otro lado de mi delgada pared lograban definitivamente desvelarme.
Los pasos de la encargada, severa administradora del sitio aquél, se arrastraron por el piso haciendo crujir la madera y tintinear los adornos de cristal que colgaban con absoluto mal gusto por todo el pasillo. Era ésta una mujer de gruesas y prominentes formas, especialmente su busto. La dama en cuestión sobresalía por tener un inmenso par de tetas que resultaba casi imposible desviar la mirada y evitarse pensar divertidamente en el equilibrio que ellas hacían sobre su pecho para no escaparse enloquecidas en cualquier dirección. De rostro siempre ojeroso y cabello desordenado, su mirada hosca y amenazante impedía cualquier atisbo de acercamiento amistoso hacia ella. Daba la impresión que siempre estaba recién despertando de un profundo sueño. Aunque realmente nunca supe si de verdad lo hacía, ya que siempre estaba atenta a todos los sonidos del hostal y si algo la contrariaba se ponía de píe refunfuñando un par de frases inteligibles y siempre caminando con una lentitud exasperante.
_ ¡Ya van, ya van!_ exclamó molesta por haber despertado para atender a quienes urgentemente deseaban un nidito de amor. Eran cerca de las cinco de la madrugada y el amanecer se adivinaba en el color del cielo, en el trinar de algunas aves posadas sobre los alambres del tendido eléctrico y en el aumento paulatino del tránsito de vehículos que viajaban rumbo a quién sabe dónde. Era muy probable que a la regente no la invitaran desde hacía bastante tiempo a un lugar como aquél a hacer cosas como aquellas, y tal vez de ahí provenía su agrio genio. La imaginé bostezando enfundada en esa bata de dormir de un azul desteñido, abriendo la puerta, transando el precio con los posibles clientes para luego pedirles la identificación. Con su voz grave y casposa por el tabaco, la escucho decir un par de palabras de advertencia acerca de no se que problema de higiene y conducirlos a la que seria su pieza, justamente al lado de la mía.


_ ¿No se acuerda de mi?_ preguntó el hombre con su rostro pegado al cuello de la mujer sentada en la barra de aquel atestado bar. Vestía ella un ajustadísimo jeans y una polera blanca que no ocultaba en lo más mínimo la aureola inquietante de sus pezones. Su pelo de un color rubio indefinible producto de alguna tintura de mala calidad, caía sobre su ojo derecho haciendo algo enigmática su expresión. Eran cerca de las cinco de la madrugada de aquel viernes y la risa y los gritos surgían espontáneos producto del alcohol que calentaba la sangre. Ella lo miró como entre brumas, como si un lejano recuerdo nublara su mirada. Su mano elevó la copa a modo de brindis de bienvenida y apuró su contenido de un sorbo. Los tragos de más hacían precario el entendimiento y la música estridente que apagaba las voces la forzaron necesariamente acercarse mucho para escuchar las palabras que pronunciaba éste individuo. Lo miró con tristeza, como añorando viejos tiempos olvidados en otras noches más amigables que éstas y que nunca volvieron. Años a la espera entre bailes y fiestas, aguardando el paso seguro de aquel que se presentaba ante ella y que sin embargo estaba segura, no era. La transacción fue rápida, el hostal archiconocido quedaba a pocos pasos de allí, cruzando la calle. Comprobó si traía dentro de su bolso los preservativos necesarios para la ocasión y se dispuso a continuar con la trama eterna que el destino reservó para ella, dejando además esa conocida sensación de angustia que generalmente combatía con alguna pastilla contrabandeada por su amiga enfermera o por algún polvo blanco camuflado en el baño que la hacían olvidar por un rato su obsesiva depresión. La noche estuvo floja, la culpa era de la fecha, a mediados de mes el dinero escasea en la mayoría de los bolsillos, especialmente en los de aquellos que buscan compañía de alguien como ella. Las sombras ya se aprestaban a iniciar la retirada ahuyentadas por el ruidoso día que despertaba. Era tarde ya y el sueño y el trago le habían amargado el ánimo.


Intenté dormirme, metí mi cabeza debajo de la almohada y me cubrí por completo con las sábanas, pero era inútil. El sueño huyó y muchos recuerdos acudieron a mi memoria. Pensé en la urgencia de dormir y en el dinero gastado en esa miserable pensión, vieja y sucia, llena de baratas que recorrían las paredes en forma frenética y que ya me había cansado de espantar. Pensé en que tenía que levantarme temprano para ver la posibilidad de algún trabajo, que a fin de cuentas era a lo que había regresado, gastándome de paso hasta el último peso que tenía reservado para ese único y determinante objetivo.
Hacia varios años que no venia a esta ciudad. La conocía bien es cierto, sin embargo algo había cambiado en ella, aunque no podría precisar exactamente que es. Eran las mismas calles, las mismas casas viejas con sus colorinches tonos, la misma avenida principal con sus árboles desnudos de hojas como mudos espectros casi resecos por el sol, las mismas torres eléctricas colgando de los cerros amenazadoramente y con el mismo sabor salado del aire partiendo la piel, ese que tan bien conocí en un millar de noches largas y descarriadas que se ocultan en algún rincón de mi memoria y que tienden a aparecer en noches como ésta, cuando el quejido leve y dulce de una mujer se filtra a través de la pared. También estaba lo otro, pero de eso no vale la pena acordarse, o quizás ella no se acuerde y quien sabe, tal vez jamás lo hizo.


La mujer arrastró al hombre por la calle solitaria y fría. Éste la abrazaba torpemente y a la vez que hundía su cabeza en el pecho de ella le confesaba sus impostergables deseos. Se podría decir que intentaba caminar, porque trastabillaba cada cierto tiempo producto del ron y otros entremezclados licores que embotaban su cabeza. Su aliento alcohólico no era lo que la molestaba. Tampoco esa manera tan grotesca de recorrer su piel con esas manos ásperas por el duro trabajo que realizaba en el interior. No era que estuviera casi inconsciente, ni la manera brusca, casi brutal de acoplarse sobre ella; no era su súbita explosión de ternura al momento de pagar con esa expresión de niño culpable que tan bien conocía. Lo que verdaderamente la aterraba, era la espera interminable del amanecer, sola, siempre sola, pues las horas pagadas se terminan y hay que marcharse. Ella a su casa arrendada al final de la calle y él, avergonzado, se iría a su hogar y probablemente le mentiría a su mujer, le hablaría de la juerga con los amigos por un motivo innegable y de la comida y de los tragos de más, pero de ella, pese a haberle jurado que lo traía loco y que estaba inclusive medio enamorado y que era la primera vez que lo hacía, de ella se olvidaría para siempre.


Me levanté de un salto y me dirigí a la salida. El aire frío del amanecer me recibió dándome una suerte de palmadas en la cara a modo de bienvenida, como si se alegrara de volverme a ver transitar sus impredecibles vericuetos. Con inusitada alegría me encaminé al bar de la esquina, me senté en la mesa mas alejada de la puerta y pedí algo de beber. Después del tercer trago los problemas se fueron poco a poco diluyendo y la atmósfera alegre que inundaba el lugar me entibió el espíritu. Observé a la gente bebiendo y riendo, hablando de cosas superfluas porque no era la ocasión para otra cosa. Tal vez para mirar un poco a la mujer de la otra mesa, que pese a estar acompañada, no dejaba de coquetear descaradamente. Hay ciertas cosas que nunca cambian. Sentía la música brotar de los parlantes con fuerza, con un ritmo infartante que algunas parejas intentaban seguir en grotescas acrobacias sobre la pequeña pista de baile. Las luces reflejadas en las copas de la barra y en algunos espejos de las paredes, le daban a todo un aire fantasioso, casi irreal que me gustaba, o quizás solo era que a estas alturas mis tragos habían hecho lo esperado y ya estaba un poco ebrio. Fue entonces cuando la descubrí, estaba sentada en el extremo de la barra que daba hacia la calle. No había duda de que era ella, aún tras haber transcurridos varios años, mantenía la misma mirada lejana y melancólica que alguna vez me había trastornado. Todavía tenia ese aire inquietante que da el caminar demasiado la noche. Parecía una loba en permanente celo. Me aproximé entonces con decisión a donde estaba y acercándome mucho a su oído le pregunté:
_ ¿No se acuerda de mí?_









sábado, 20 de febrero de 2010


Si yo fuera presidente... Ordenaría construir el memorial de los hijos de perra. La memoria es frágil y hay que recordar a todos los bastardos "vende-patria". No digo "vende-pueblo" porque a ése no lo conocen.

domingo, 7 de febrero de 2010

Transmutando


Las mujeres estamos solas y tristes dice la Marixu. En tanto se arma un porro de "esos". Habla casi con rabia y no sé porque me siento culpable. Al escucharla pienso en que tiene razón. Hay demasiadas mujeres así. Me acuerdo de alguna y aparecen otra y otra, y otra. ¿Por qué están tristes las mujeres? Lucen extraviadas en medio de su bullada emancipación. ¿Qué sucede con ellas? Culpa del sistema de mierda dice la Marixu. De la puta vida impersonal que llevamos, de lo decadente e individualista que es, de la falta de sensibilidad y de la indiferencia cruel. Pese a su estado algo depresivo de hoy día, yo la entiendo, como también comprendo muchas de sus actitudes algo violentas. Algo está pasando. Un caos vertiginoso que no se apiada de nadie. El año pasado el número de divorcios por primera ve superó al de matrimonios en el país. Algo sucede. Las relaciones permanentes están a la baja y preocupa en verdad. No hay tiempo que perder. Importa solo el instante del acople placentero. El sexo seguro y el adiós antes que amanesca. Nosotros no queremos pertenencia y ellas no quieren perder su libertad. Entonces, desdichadas ellas.
La marixu está enferma confiesa. Yo pensaba que era la resaca de tantas substancias que ingiere, pero me lo dice en serio, demasiado pienso y me doy cuenta que su rebeldía como que está flaqueando. Hay cierta debilidad en su mirada, pero aparte de esto no noto nada. Por cierto ella no me dice de que se trata, ni lo hará. La conozco bien. Así es que me cambia el tema y me habla de proyectos inconclusos que tiene como irse a acampar a la chucha (sic), me cuenta que se le perdió Mateo su gato travesti como le dice y que necesita vacaciones urgente. Entonces es que me habla del trabajo. Me cuenta que es un favor a un amigo, que es en una especie de hacienda y que por favor la acompañe. Dice que se había acordado de mí como yo soy bueno para esas cosas y que además me gustaría el lugar. Sin pensarlo mucho acepto. Después de todo la paga va a ser buena, (y la necesito sin duda), aparte de que me hace falta alejarme un poco. Huir de mis propios fantasmas. Así es que emprendemos viaje, recalamos en valpo y de ahí el tren y luego un taxi nos deja en la entrada del fundo, porque eso es en realidad. Luego caminamos un trayecto largo porque nadie nos fue a esperar. La Marixu permanece muda todo el camino. Camina ensimismada y como que aprieta los dientes, pero no dice nada. Al fin llegamos a la casa patronal y la recibe un hombre de unos setenta años calculo. Yo me quedo atrás, por pudor creo, mientras el hombre, ignorandome completamente, la abraza y entran juntos a la casa. Dada la situación, decido salir a curiosear por allí. Veo las bodegas de vinos y pienso en darles buen uso. Están las pesebreras con varios caballos y la capilla que hay que restaurar. También me topo a la bestia del administrador. Un tipo de un metro noventa y cien kilos de pura idiotez y prepotencia, pero a mi no me dice nada. En realidad me ignora, porque luego supe que el dueño es el padre de la Marixu y aquí es que las cosas se me confunden. La Marixu tan rebelde, tan "negra" ella, proletaria acérrima, en verdad está forrada en plata. Bueno no ella en realidad, su padre, que para el caso es lo mismo o no?.
No he podido hablarle. Ya han pasado varios días y no se ha asomado ni siquiera al patio. En tanto a mi me instalaron en una cabaña. Me llevan el almuerzo todos los días puntualmente a las dos y precisamente los platos que más me gustan. Después de todo la Marixu no se ha olvidado de mí. En cuanto al trabajo, éste ha sido arduo, pero interesante. Hay piezas muy antiguas y las maderas están muy dañadas. Todo el proceso es lento, aunque a veces no lo hago porque me voy a caminar entre árboles y esteros, que es lo que más hay. Todo marchaba así, hasta que un día el administrador, cuyo nombre nunca supe, me dice que la Marixu quiere hablarme. La encuentro sentada en una especie de columpio. Viste una polera celeste y una falda al tono, (raro que use falda), Lleva un sombrero para protegerse del sol y en sus rodillas sostiene un gato que duerme indiferente. Cuando me llama comprendo que el trabajo se quedará sin terminar. Miro sus ojos que han perdido todas las luces que yo conocía y noto que apenas sonríe. Luego llora largamente abrazada a mí y me da un largo y tembloroso beso. Es la despedida pienso. Después se dirige a la casa sin volver la vista. Sé entonces que la Marixu nunca regresara a Santiago, que lo suyo es terminal como su enfermedad y ahora es que entiendo porque las mujeres están solas y tristes: porque los hombres también lo estamos.

jueves, 7 de enero de 2010

Aplastamiento de las gotas



Yo no sé, mirá, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones
cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita
en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo
y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae.
Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga,
ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración
del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse.
Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Julio Cortázar