martes, 29 de diciembre de 2009

La confesión




Dime ése secreto tan escondido me dijo sonriendo, mientras su pelo ensortijado se rebelaba y tendía a cubrirle la cara.
La miré sentarse en la banca de la plaza y cruzar su pierna con ése movimiento distinguido, casi aristocrático que cautivaba mi mirada. Entonces me puse serio y con rostro apesadumbrado y culpable confesé que era casado. Y aquí fue que sus bellos ojos verdes, cuales mártires inocentes, se desbordaron en un llanto mudo, desconcertado, doloroso; Luego se puso de pié y caminó hacia el parque a nuestras espaldas para perderse por el sendero rodeado de árboles. Nunca más la volví a ver.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Monólogo económico




Decidido a hacer balance
del volumen de impropiedades descritas
y de la baja de la bolsa de valores endémicos
Considerando estas últimas noticias
en frescas anunciaciones vía cibernética comunicación
y en los rostros misteriosos en fotografías 3x4
con la música acompañante en vibratos armoniosos
De la bolsa de valores dije y de la renta que generan
generalmente
Y con la pregunta silbando vía operadora larga distancia
y el humo abortado de un cigarro agonizante
que pareciera cierto lo que dice en apariencia, pero que no lo es del todo
Del consumo de cápsulas de colores diversos
y de la sed que deja, dolor de cabeza y ojeras mediante
Con la sensación de estar en el sitio equivocado
Otra vez
Del resultado de la propuesta ignorada
Porque es más fácil que considerarla, la conciencia digo
Acaso yo la tomé demasiado pronto
y ni siquiera se da cuenta
De tanto sacar cuentas alegres creo yo
De repetir que no hay mal que por bien no venga
y el bendito dicho me tiene en ascuas, aún aquí
generando monstruosos intereses, impagables te digo
Atribulado de tanta espera
En un monólogo económico eterno, siempre al alza
y el brillo decadente de una pantalla de plasma
Con el tono en espera angustiosa y la llamada casi cortada
Repartiendo miradas, que es lo que más hago
y reflejado en un vidrio biselado, que no me gusta lo que veo
ni que me vean, ni que me busquen ya
y la llamada que no fluye y yo esperando
aún esperando.

domingo, 13 de diciembre de 2009

El voto que quieren




El voto que persiguen ávidos, sedientos de nuestra sangre
El voto supremo, correcto y valioso hoy día
El voto desesperado
El bestial voto vendido y el comprado, transado en el mercado negro
a bajas ilusiones
El patético voto emitido, formulado y asignado
El voto copulado en la ceremonia orgiástica
El puto y miserable voto. Festejado con un vino chambreado,
(navegado huevón me dicen)
El voto primero. Recitado con un trago ardiente a cuestas
El voto majadero, hipócrita e irrisorio
El culpable voto firmado con tinta indeleble
El voto oculto, siniestro y vengativo.
Puteando en medio de los otros votos
El voto maricón y lameculos
El voto arribista, segregado y ególatra
El voto ABC1, rifado o cambiado por un jale
El voto manuscrito, en imprenta o a mano alzada
El voto de mierda
El voto arrepentido, cabizbajo y perdedor
El voto duro, celebrado con “pitadas” sociables
y un buen par de minas guerreras
El voto doloroso como maricón primerizo
El voto angustiado, desequilibrado, sacado de contexto
El voto inhumano, metálico y sonoro
El voto sufrido y trabajado
El voto sobreviviente. Lacerado de tanto arrastrarlo
El voto muerto y sepultado, voto fantasma
El voto por último, a escondidas y vergonzoso
El voto encubierto, de doble personalidad y por tanto anulado,
anónimo o en blanco
El voto ignorante de lo que puede y debe
El voto “aperrao”
El voto bastardo y chuchadesumadre
El voto que ellos quieren.

lunes, 7 de diciembre de 2009

La mejor receta








Fue un presagio. Esa manera rápida de pararse de la cama y caminar desnuda hacia la ducha instantes después de haber terminado de amarnos. Fue el primer indicio. No volteó la cabeza para ofrecerme un beso como otras veces y no me dejó la puerta del baño abierta para ducharnos juntos.
Debí saberlo.
Será que los hombres, envueltos en la parafernalia trabajólica diaria y sus insospechadas consecuencias, carecemos de la suspicacia suficiente para reconocer ciertos signos. Las señales de una tormenta formándose en el fondo de unas pupilas, de una pregunta que se queda en el aire esperando una respuesta que no llega, del suave y casi imperceptible rictus de su ceño que denota cierto pesar que hasta hace poco no estaba allí.
Debí saberlo.
Esos cafés demasiado largos antes de acostarse, con la mano sobre la frente y el pensamiento en otra parte cuando la pregunta de cómo estuvo el día se quedaba flotando en el aire. Y sobretodo su mirada. Su mirada que me decía todo y que ahora no me dice nada, distante, fría y opaca. Ésa que ya no es la que me seguía desde la puerta cuando me iba. La que me hablaba con cada uno de sus brillos que me deslumbraban. Ahora hay uno nuevo, desconocido y que sólo se enciende cuando corre el visillo del vidrio y mira por la ventana.
Debí saber.
¿Acaso no sabía todo acerca de ella?
¿No conocía acaso hasta el más leve cambio de ritmo de su pecho?
Sabía de sus triunfos y desastres. También de sus rencores no del todo reconocidos. De su disgusto por los compromisos obligados y lo apesadumbrada que se ponía cuando tenía que terminar algo que la molestaba. Sabía de de un sinfín de detalles que creo la conocía más que a mi mismo. Al menos eso es lo que creía. Hasta ésta mañana.
La veo llegar montada en sus zapatos de taco alto que moldean perfectamente sus piernas y la elevan tres centímetros por encima de mí. Deja en el suelo las bolsas de las compras y me da un beso en la mejilla mientras me pregunta cómo estuvo el trabajo. Luego se toma el pelo y lo aprisiona con una traba porque caía desordenado sobre su rostro, como si recién hubiera despertado y sé que la acalora y la ahoga. Miro entonces, que la línea habitualmente vertical de sus medias de nylon negras, está torcida y que las puntas de sus zapatos rojos lucen algo sucias y ligeramente húmedas.
Al no obtener respuesta inmediata, se da media vuelta y se dirige hacia la cocina. Mientras lo hace noto que el cierre de su falda ajustada no está cerrado por completo y mantiene atrapado entre sus dientes un trozo de la blusa que le regalé la última navidad. Inicio un ademán con mi mano izquierda e intento pronunciar alguna clase de advertencia. No obstante ella ya ha llegado a la cocina y cerrado la puerta por dentro. Ha encendido la radio que está sobre el mueble adosado a la pared. En el interior de él se guardan ordenadamente platos y vasos, acompañados de un sin número de envases de colores. Todos ellos empleados en las peripecias gastronómicas que me tenía acostumbrado. Porque ya no las hace. También está el pequeño espejo pegado a una de sus puertas en donde retoca antes de salir, las suaves líneas de su lápiz labial, totalmente inexistente en este momento. Abajo, a la izquierda, entre paquetes de fideos y bolsas de azúcar, se encuentra el cuaderno de recetas, manchado de gotas de aceite y restos de harina. El mismo que estuvo perdido desde hace un tiempo. Lo encontré mientras cambiaba el cilindro del gas de la cocina. Hoy día que estuve solo en casa. Estaba algo arrugado y sucio; Pero a salvo entre sus páginas, doblada en cuatro partes iguales, se encuentra aquella pequeña carta-nota en una pequeña esquela amarilla que resbaló de entre sus hojas para caer justo al centro de mis pies. Estaba dirigida con cariño hacia ella y contenía una serie de descripciones de una tarde salvaje y apasionada firmada al pie de la página por un hombre que le juraba amor eterno y que no era yo.

El olvido



_ ¿Acaso no te acuerdas de ella?_ preguntó algo contrariada ya.
_Todos la conocían_ insistió y apretó mi brazo con su mano libre.
Me quedé pensando la respuesta precisa mientras cruzaba Ahumada hacia el poniente.
_No la recuerdo_ respondí al cabo de un rato al tiempo que miraba distraído la pantalla gigante sobre el edificio de enfrente y a la mujer digital que observaba sonriente el mundo tumultuoso de acá abajo.
Entonces sin percatarme resbaló su mano desde la mía y se quedó parada en medio de la calle viendo como yo continuaba mi camino sin volver la vista atrás.

martes, 1 de diciembre de 2009

Lectura y presentación

Lectura en Arte Litoral invitado por la Fundación Neruda en Isla Negra junto al taller Buceo Táctico.







Sábado 28 de Noviembre 2009 19:00hrs.