martes, 24 de marzo de 2009

PROYECTO


Mi proyecto es un no proyecto, tal vez porque nunca me planteé hacerme uno. En un principio mi no proyecto empieza como terapia, como cable comunicante con la parte desastrosamente humana que persiste en doler. Una suerte de estabilizador de emociones. En general mi no proyecto se ha transformado en un proceso contemplativo, liberador y absolutamente autocomplaciente, entremezclando la realidad con mi imaginación y mi propia realidad relativa. Será que estoy en constante evolución, pero por supuesto nada demasiado serio. Mi no proyecto no es grave ni pretende ser base para mí actuar futuro, más bien es una ironía, una mueca decepcionante de lo que tal vez pudo ser y no fue. Cuando escribo me aterrizo, me contemplo y me rió de mí mismo, a la vez me rió de los otros, aquellos, los mismos de siempre que como camaleones cambian los ojos, los nombres, pero que actúan igual de miserables. Tal vez escribiendo logre denunciarlos…. Pero que va, ni siquiera esa es mi intención.
Mi escritura es espontánea, surge de la experimentación e investigación no planificada, de la observación del día a día desde una perspectiva múltiple. En definitiva mi no proyecto no existe como plataforma para realizar algo a futuro, más bien ese algo ya existe y evoluciona.

El juego sigue...

miércoles, 4 de marzo de 2009

Apoyando a los amigos


Francisco



_Escríbeme una canción_

La voz fina y graciosa de Francisco me distrae de mi lectura concentrada del periódico. Es domingo por la tarde y los ojos del niño me analizan desde el costado del sillón en el que me encuentro. El almuerzo se prolongó mas de lo habitual debido a las charlas interminables de mi padre y sus aventuras políticas de hace más de treinta años. Mi madre aquejada de los achaques comunes de la vejes y de no se que otros misteriosos dolores, ha dicho que se siente cansada y se ha ido a recostar a la pieza del fondo. Mi viejo ha optado por ir a regar sus alicaídos ciruelos que con el sol del verano parecen tan viejos como él. Y yo abuso de mi querida costumbre de embeberme de las mismas noticias de siempre con diferentes protagonistas, que se publican en el mismo periódico dominical de todas las semanas. Como siempre sucede, como la ceremonia que es siempre repetida, mi hermana y yo nos dirigimos a la pequeña sala de estar que esta al lado de la entrada y nos hacemos compañía en silencio, cada cual con sus menesteres. La habitación nos acoge con el sol bañando los anaqueles y vitrinas de esos muebles antiguos llenos de copas de colores, figuras de loza, platos y un sinfín de otros adornos que se depositan ordenadamente en todos los rincones, siempre sobre un hermoso paño hecho a crochet por la costurera de mi hermana. Las dos ventanas abiertas dejan entrar un fresco aire que ventila la sala y que la llena de un olor dulzón y algo agrio que proviene de las ciruelas verdes y rojas que maduras caen al suelo bajo los árboles en el patio. Los colores de las lanas en el canasto del tejido resaltan mucho mas con la luz de la tarde y Viviana concentrada en sus palillos pareció no oír la voz de su hijo.

_ Escríbeme una canción _ repite Francisco mirándome serio e impaciente desde la altura de sus seis años. Me extiende su pequeña mano con una hoja arrancada a un cuaderno y un lápiz de cera verde. Los recibo sabiendo que me estoy metiendo en un impensado problema.

_No se escribir canciones_ le digo en un tono absolutamente desinteresado.
_No importa tío, escríbeme una canción_ e inesperadamente añade:
_Y que sirva para jugar_

Viviana desconcentrada ha quitado la vista de su tejido y me mira sonriendo como si disfrutara al verme en aprietos.
_Una canción, una canción_ repito apenas musitando. Se vienen a mi memoria montones de melodías, cual de todas ellas más evocadoras. Pienso en las que escuchaba en casa cuando era pequeño, apenas un par de años más que mi sobrino. En las que escuchaba mi madre, le gustaban los temas de Sandro, esos que hablaban de trigales y besos apasionados todo ello acompañado de su agitado movimiento de pelvis que la hicieron volverse loca por él al igual que todas sus amigas. O podría ser algo de los Beatles, ídolos de mi padre y de mi tío Alberto que se creía Lennon y usaba aquellos pequeños lentes redondos pese a que eran de épocas absolutamente diferentes. Pero de seguro que Francisco no las entendería. Quizás algo de canto nuevo, ese que entonábamos en las fogatas de los ochenta mezclando un poco de vino y risas nerviosas antes de la hora del toque de queda o el consabido “Baile de los que sobran” que tan bien identificaba a parte de la juventud de aquella época y a algunos amigos que continúan pateando las mismas piedras que cantaban Los prisioneros. Luego me acuerdo de aquella que sonaba en la heladería del centro cuando ella me explicaba que se marchaba a estudiar al Norte y que deseaba terminar con lo nuestro, porque las distancias no respetan los pequeños amores. También me acuerdo del tema de Sting que sonaba desgarrador mientras me avisaban de la muerte de mi amiga Chely, al otro día de haber dado a luz al hijo de su esposo, mi amigo Sergio. Pienso en el sinnúmero de veces que escuche a esos noruegos en los viajes interminables al final de vacaciones, de regreso al trabajo a la ciudad de Iquique y que machacaban con los fonos mis oídos, no queriendo ver como las ciudades se iban quedando atrás y pensando desesperado que no volvería a verla hasta en un año más. Quizás podría ser la que canta Viviana despacito por los rincones, siempre en época navideña, recordando tal vez a quién le engendró este hermoso niño y del cual nunca supimos siquiera su nombre y que ella pese a ser amenazada con las penas del infierno por mi padre, jamás reveló quien fue. “Todo me recuerda a ti” se llama y la canta una escocesa cuyo nombre no recuerdo.
Intento escribir algunas líneas, pero mi memoria no encuentra ninguna apropiada para el niño, parece que todas las canciones infantiles hubieran huido de mi cabeza justo en el momento que más las necesito. Miro a mi hermana rogándole ayuda en un lenguaje telepático que tan bien desarrollado tenemos, sin embargo ella levantándose dice:

_Voy a la cocina a preparar un refresco_ y huye rauda por el pasillo, dejándome la mirada insistente de Francisco, el lápiz de cera verde y la hoja de cuaderno en blanco, al igual que mi cabeza.
Intento una salida y le digo:

_¿Te gustan los dibujos?, se hacer unos caballos bien bonitos_
_Si me gustan tío, pero ahora quiero una canción para jugar_ me dice plenamente convencido.

Resignado al fin y pensando en que él no conoce muchas, decido arriesgar unas líneas e improviso.

“Dos mariposas azules
en la frente de Francisco se posaron
vuelan en las mañanas cuando él despierta
y regresan en las noches a velar su sueño”

_Está lista_ le digo y le paso la hoja sin mucho entusiasmo, esperando que le agrade y que por favor no me haga cantarla. Éste se queda mirando el papel muy meditativo, se tiende en el piso de madera observando las letras detenidamente, como queriendo convencerse de algo. Al fin, al cabo de un rato, dobla el papel en sus infantiles manos y se fabrica un barco para jugar. Entonces me acuerdo que Francisco no sabe leer.